Inclinación



La noche llama al verso traficante de sueños
para vender su pedazo de gloria el muy iluso.


Me estoy acostumbrando al salto lírico
ufano por ser algo y consciente de tenerse;
Y te parece poco el familiar acento
bordeando el río de lumbre, candente de mi verbo,
como latido sin tregua que lucha hasta el cansancio.

Aunque parpadean los recuerdos,
¡ya sé que no son nada!
Aunque me miren ellos, como poemas mudos.

Me estoy acostumbrando a drogarme de lunas,
de tus nadas y las mías
¡y de todos los malditos silencios que van juntos! 
A derrochar palabras hambrientas de deseos
vendiéndole mis sueños a las estrellas,
prostituyendo mis pensamientos,
siendo exposición de carne con el verso altivo 
o, ser de la hondura que se escapa hacia ninguna parte.

Y cuando soy del tuyo tan incauta y crédula...
no sé si me sientes, cuando me supiste tiempo
volando como polilla o, siendo una hoja seca
en medio de cualquier libro.
Me acostumbro a todo, amor,
a ser mota de polvo soplada por el viento.


Tampoco sé qué pasa cuando por tu calle no escuchas, 
si voy camino de vuelta hacia la tuya, ¡quizá he muerto!
Cuando sabes que me pasa cuando no te digo nada
y mi alma pletórica de gozos, escribe.
Ya ves cómo el recuerdo traza un círculo de luz
para sentirme dentro de ti, para sentirme viva.
Porque por mí, ayer me hubiese muerto.

Me estoy acostumbrando a ser de humo
para dispersarme en los silencios y vacíos
siendo despojo, mota de polvo, inclinación baldía.
Me estoy acostumbrando a saciarme con el llanto.

A. Elisa Lattke V
ot/09

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