La sinfonía de incitación en Israel
La sinfonía de incitación en Israel: "En estos últimos meses la sinfonía de incitación en Israel en contra de todo aquello que tenga rasgos izquierdistas, liberales, humanistas o que generen simpatía hacia “el otro” se hace cada vez más ruidosa, a la vez que abarca a la totalidad de la esfera pública israelí. Miembros del Knéset (Parlamento israelí), ministros, cantantes – quienes en el pasado fueron drogadictos y ahora son personalidades religiosas – celebridades seculares (quienes poseen ciertos conocimientos sobre el judaísmo pero se niegan a cumplir con los mandamientos), personalidades de los medios, rabinos y jefes de municipalidades; todos ellos ahora se unen en un coro indisciplinado de incitación. Este artículo no pretende relatar las quejas distorsionadas ni las explicaciones de aquellos que incitan, sino que por el contrario este artículo analiza la necesidad que tiene la sociedad israelí de contar con un sistema múltiple de ataque en contra de pequeños grupos quienes en la actualidad no cuentan con suficiente poder para amenazar el balance de poder político y social. ¿De dónde proviene la necesidad de crear esta severa y rotunda incitación que luego creará las condiciones para la perpetuación del próximo asesinato? Asesinato que luego será excusado como una “excepción”.
Existen diversas razones que provocan dicha necesidad. Se trata de razones internas que son políticas y sociales en su naturaleza, además de factores políticos internacionales. En primer lugar se debe destacar que esta incitación tiene su origen en el Gobierno israelí y el Knéset. El actual liderazgo político, a pesar de haber alcanzado electoralmente el poder como una coalición estable, percibe la incitación en contra de todo aquello que le es ajeno – los palestinos, los trabajadores inmigrantes, los refugiados, los izquierdistas, los homosexuales, los humanistas – como una necesidad existencial. Esto se debe a la necesidad de construir una ideología hegemónica que garantice la subsistencia a largo plazo a pesar de las crisis políticas y las indecisiones con las cuales hemos vivido desde el asesinato del Primer Ministro israelí Yitzhak Rabin, en 1992.
El asesinato de Rabin fue un evento fundacional que produjo como resultado un cambio interno en el balance político de Israel. En el ping pong político que prevaleció previamente por casi dos décadas, el Partido Laborista y el Likud intentaron encontrar una fórmula que les permitiera lograr el establecimiento de una nueva hegemonía. Sin embargo, por primera vez el actual gobierno israelí se encuentra representado por seculares, neo-fascistas de derecha, la extrema derecha religiosa, mesiánica y neo-fascista y los judíos fundamentalistas ultra-ortodoxos, quienes a través de su unión cuentan con suficiente fuerza para poder establecer un gobierno de coalición fundamentado en el incremento de las ocupaciones seculares, neo-fascistas de derecha, la extrema derecha religiosa, mesiánica y neo-fascista y los judíos fundamentalistas ultra-ortodoxos.
Como cualquier otro régimen que intenta ser poderoso y mantener su posición a través del tiempo, el Gobierno de Israel debe alterar el balance de poder, no solamente en el ámbito parlamentario y gubernamental, sino también en la esfera pública. Existe una clara diferencia entre un triunfo electoral y una alteración en el balance de poder de la arena pública. Con el fin de mantener su fortaleza a través del tiempo, todos los regímenes deben eliminar cualquier tipo de oposición sustancial. Para poder cumplir con este objetivo, la nueva hegemonía debe identificar al enemigo, particularmente al enemigo interno, y a partir de ahí trabajar de acuerdo a la lógica de círculos de incitación.
Los círculos de incitación constituyen un método empleado por los anti-semitas en el siglo XX. Primero, éstos se encargan de catalogar al judío como una persona odiada, como un elemento de enfermedades, un violador de niñas jóvenes, dueño de una cultura extraña y potencial terrorista. El segundo círculo consiste en agrupar a aquellos que se identifican o están de acuerdo con el judío. Sorpresivamente, el “aficionado al judío” es quien se convierte en el principal enemigo. ¿Por qué? Porque éste impide la implementación del plan de incitación a la vez que ofrece otras alternativas. Asimismo, los antisemitas, al igual que los fascistas, neo-fascistas y fundamentalistas, no pueden soportar el hecho de que alguien “de adentro” sea capaz de contradecir las razones que justifican la incitación.
La segunda razón para la incitación está relacionada con los repetidos y seguidos fracasos de las recientes guerras de Israel y las subsiguientes retiradas militares. Desde la primera guerra en el Líbano, y a partir de la imposibilidad de permanecer en el sur de ese país, con la consecuente retirada militar, los oficiales israelíes y su aparato militar no han sido capaces de venderle al público un final pulcro de la guerra con probado éxito. En la segunda guerra contra el Líbano, Israel perdió vis a vis su opinión pública y además no ha podido explicarle al mundo el significado de este destructivo ataque, el cual nuevamente finalizó con un repliegue en las relaciones de poder de Israel con Hizbullah. Posteriormente vinieron los ataques militares de Israel en contra de Gaza, a través de los cuales Israel intentó corregir todas las distorsiones de los últimos treinta años y así probar el poder de disuasión de su ejército. No obstante, estamos en el mismo punto nuevamente, recibiendo fuertes criticas en el mundo entero y siendo incapaces de probar que la infraestructura de Hamas fue destruida, a la vez que observamos como el Informe Goldstone abre el camino a una serie de respuestas duras en la esfera internacional.
Este contexto político-militar fracasado arroja como consecuencia que los oficiales de Israel actúen como un animal peligroso y herido. Por tal razón, intentan perseguir a todos aquellos quienes supuestamente colaboraron con Gladstone, pero en realidad están organizando una mentira institucionalizada a raíz de los resultados de estos ataques. En otras palabras, al igual que cualquier otro gobierno beligerante que se siente incapaz de aceptar los fracasos que amenazan el carácter distintivo del militarismo, éste comienza a perseguir a aquellos que se perciben como críticos de la nueva hegemonía. Esta es la razón detrás de la patética campaña de Israel en contra de quienes no prestan el servicio militar.
La tercera razón es la necesidad de unir fuerzas en contra de la presión internacional, tanto directa como indirecta. Luego de los ataques militares en contra de Gaza, Israel se está convirtiendo gradualmente en el apartheid surafricano de la opinión pública internacional. La necesidad de mantener a las fuerzas internas bajo raya, con la finalidad de presentar ante los “no judíos” un frente unido, representa una necesidad esencial para cualquier régimen que pretenda ocultar algo o que tenga razones para estar atemorizado. Lo que mide el grado de temor del Gobierno israelí no es la crítica hacia los oficiales de Israel, sino el eco que dicha crítica reproduce a nivel mundial. Este es un eco que finalmente destruye la excusa primordial de Israel para la supervivencia de su existencia misma y la justificación de sus acciones. Los “no judíos” están comenzando a olvidar el Holocausto, o al menos no entienden porque el Holocausto debe servir como excusa para cualquier acción de Israel. Esta posición propicia la histeria de la maquinaria propagandística de Israel. ¿Si el Holocausto no disuade, qué más podemos vender como excusa? Internamente, la cooperación con los llamados “no judíos” logra enloquecer a los fundamentalistas y a la derecha en sus formas más variadas. Para ellos, esto constituye traición, ya que intenta subvertir el consenso israelí con personas de afuera. En otras palabras, tal y como lo he descrito anteriormente, la unidad de pensamiento es necesaria para poder crear un sentido interno de cohesión y así demostrarle al mundo la inhabilidad de presentar una alternativa.
El cuarto factor detrás de la incitación actual en Israel se debe a las políticas neo liberales. Hasta la fecha no existe casi ningún tipo de oposición de parte de los sectores de la población que más se han visto afectados por las privatizaciones y los planes de reducción del Gobierno israelí. Sin embargo, la manipulación social de Israel, basada en el odio a los extranjeros, bajo el argumento de que les roban los trabajos a los israelíes, es esencial para poder justificar sus políticas de destrucción social. Sin embargo, existe un lado aun más escondido detrás de estas políticas neoliberales. A pesar de los pronunciamientos vacíos por parte de teóricos postmodernos, la globalización y la reducción del peso de los estados en la conducción de la economía requieren de un Estado fuerte, un Estado policial que preserve los pactos económicos y las ganancias de los negocios. Como se ha podido observar en todos los países europeos, la construcción de una conciencia orientada hacia la necesidad de un Estado fuerte se logra a través del odio hacia los demás. Siempre y cuando exista un enemigo interno, incluso si ese enemigo carece totalmente de habilidad para luchar y resistir, resulta fácil contar con el apoyo de la opinión pública para llevar a cabo planes policiales y de opresión. En Israel existe un gran número de programas de policías comunitarias, “ciudades libres de violencia” (que en realidad significan más policías y cámaras en espacios públicos, más oficiales de la policía trabajando en calidad de voluntarios…); discusiones que transforman a la juventud en potenciales delincuentes; y por supuesto, conversaciones acerca de la “mafia”. Sencillamente, si el objetivo es construir un Estado policial fuerte, entonces se necesita tener a un enemigo previamente definido. ¿Quién mejor para asumir este rol que los extranjeros?
Todas estas razones justifican las incitaciones que se producen hoy en día. Sin embargo, existe un factor adicional y crucial que debe ser añadido, se trata de la historia del Estado de Israel, su pasado y su presente, la cual es una historia de racismo. El colonialismo israelí no ha cambiado sustancialmente en las últimas décadas, solamente los vacíos en el consenso interno han cambiado desde mediados de los años 80. La hegemonía intenta actualmente enmendar estos vacíos a través de la eliminación de factores excesivamente cargados. En primer lugar comienza con los judíos que se encuentran fuera del consenso nacional judío-israelí. El siguiente paso consiste en un ataque, inclusive la transferencia física, en contra de la población palestina en Israel. Para poder justificar el uso de la violencia, el régimen israelí debe silenciar las voces de protesta.
De esta manera nos encontramos en el inicio de una cacería de brujas, de un régimen de violencia y de asesinatos. En mi próximo artículo trataré de examinar las respuestas que podemos ofrecer ante tal situación.
Marcelo Weksler es el director del Programa Educacional para la Juventud Marginalizada en Tel Aviv y miembro de la junta del Centro de Información Alternativa (AIC).
Traducido al castellano por Mónica Rey para el Centro de Información Alternativa (AIC)
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Existen diversas razones que provocan dicha necesidad. Se trata de razones internas que son políticas y sociales en su naturaleza, además de factores políticos internacionales. En primer lugar se debe destacar que esta incitación tiene su origen en el Gobierno israelí y el Knéset. El actual liderazgo político, a pesar de haber alcanzado electoralmente el poder como una coalición estable, percibe la incitación en contra de todo aquello que le es ajeno – los palestinos, los trabajadores inmigrantes, los refugiados, los izquierdistas, los homosexuales, los humanistas – como una necesidad existencial. Esto se debe a la necesidad de construir una ideología hegemónica que garantice la subsistencia a largo plazo a pesar de las crisis políticas y las indecisiones con las cuales hemos vivido desde el asesinato del Primer Ministro israelí Yitzhak Rabin, en 1992.
El asesinato de Rabin fue un evento fundacional que produjo como resultado un cambio interno en el balance político de Israel. En el ping pong político que prevaleció previamente por casi dos décadas, el Partido Laborista y el Likud intentaron encontrar una fórmula que les permitiera lograr el establecimiento de una nueva hegemonía. Sin embargo, por primera vez el actual gobierno israelí se encuentra representado por seculares, neo-fascistas de derecha, la extrema derecha religiosa, mesiánica y neo-fascista y los judíos fundamentalistas ultra-ortodoxos, quienes a través de su unión cuentan con suficiente fuerza para poder establecer un gobierno de coalición fundamentado en el incremento de las ocupaciones seculares, neo-fascistas de derecha, la extrema derecha religiosa, mesiánica y neo-fascista y los judíos fundamentalistas ultra-ortodoxos.
Como cualquier otro régimen que intenta ser poderoso y mantener su posición a través del tiempo, el Gobierno de Israel debe alterar el balance de poder, no solamente en el ámbito parlamentario y gubernamental, sino también en la esfera pública. Existe una clara diferencia entre un triunfo electoral y una alteración en el balance de poder de la arena pública. Con el fin de mantener su fortaleza a través del tiempo, todos los regímenes deben eliminar cualquier tipo de oposición sustancial. Para poder cumplir con este objetivo, la nueva hegemonía debe identificar al enemigo, particularmente al enemigo interno, y a partir de ahí trabajar de acuerdo a la lógica de círculos de incitación.
Los círculos de incitación constituyen un método empleado por los anti-semitas en el siglo XX. Primero, éstos se encargan de catalogar al judío como una persona odiada, como un elemento de enfermedades, un violador de niñas jóvenes, dueño de una cultura extraña y potencial terrorista. El segundo círculo consiste en agrupar a aquellos que se identifican o están de acuerdo con el judío. Sorpresivamente, el “aficionado al judío” es quien se convierte en el principal enemigo. ¿Por qué? Porque éste impide la implementación del plan de incitación a la vez que ofrece otras alternativas. Asimismo, los antisemitas, al igual que los fascistas, neo-fascistas y fundamentalistas, no pueden soportar el hecho de que alguien “de adentro” sea capaz de contradecir las razones que justifican la incitación.
La segunda razón para la incitación está relacionada con los repetidos y seguidos fracasos de las recientes guerras de Israel y las subsiguientes retiradas militares. Desde la primera guerra en el Líbano, y a partir de la imposibilidad de permanecer en el sur de ese país, con la consecuente retirada militar, los oficiales israelíes y su aparato militar no han sido capaces de venderle al público un final pulcro de la guerra con probado éxito. En la segunda guerra contra el Líbano, Israel perdió vis a vis su opinión pública y además no ha podido explicarle al mundo el significado de este destructivo ataque, el cual nuevamente finalizó con un repliegue en las relaciones de poder de Israel con Hizbullah. Posteriormente vinieron los ataques militares de Israel en contra de Gaza, a través de los cuales Israel intentó corregir todas las distorsiones de los últimos treinta años y así probar el poder de disuasión de su ejército. No obstante, estamos en el mismo punto nuevamente, recibiendo fuertes criticas en el mundo entero y siendo incapaces de probar que la infraestructura de Hamas fue destruida, a la vez que observamos como el Informe Goldstone abre el camino a una serie de respuestas duras en la esfera internacional.
Este contexto político-militar fracasado arroja como consecuencia que los oficiales de Israel actúen como un animal peligroso y herido. Por tal razón, intentan perseguir a todos aquellos quienes supuestamente colaboraron con Gladstone, pero en realidad están organizando una mentira institucionalizada a raíz de los resultados de estos ataques. En otras palabras, al igual que cualquier otro gobierno beligerante que se siente incapaz de aceptar los fracasos que amenazan el carácter distintivo del militarismo, éste comienza a perseguir a aquellos que se perciben como críticos de la nueva hegemonía. Esta es la razón detrás de la patética campaña de Israel en contra de quienes no prestan el servicio militar.
La tercera razón es la necesidad de unir fuerzas en contra de la presión internacional, tanto directa como indirecta. Luego de los ataques militares en contra de Gaza, Israel se está convirtiendo gradualmente en el apartheid surafricano de la opinión pública internacional. La necesidad de mantener a las fuerzas internas bajo raya, con la finalidad de presentar ante los “no judíos” un frente unido, representa una necesidad esencial para cualquier régimen que pretenda ocultar algo o que tenga razones para estar atemorizado. Lo que mide el grado de temor del Gobierno israelí no es la crítica hacia los oficiales de Israel, sino el eco que dicha crítica reproduce a nivel mundial. Este es un eco que finalmente destruye la excusa primordial de Israel para la supervivencia de su existencia misma y la justificación de sus acciones. Los “no judíos” están comenzando a olvidar el Holocausto, o al menos no entienden porque el Holocausto debe servir como excusa para cualquier acción de Israel. Esta posición propicia la histeria de la maquinaria propagandística de Israel. ¿Si el Holocausto no disuade, qué más podemos vender como excusa? Internamente, la cooperación con los llamados “no judíos” logra enloquecer a los fundamentalistas y a la derecha en sus formas más variadas. Para ellos, esto constituye traición, ya que intenta subvertir el consenso israelí con personas de afuera. En otras palabras, tal y como lo he descrito anteriormente, la unidad de pensamiento es necesaria para poder crear un sentido interno de cohesión y así demostrarle al mundo la inhabilidad de presentar una alternativa.
El cuarto factor detrás de la incitación actual en Israel se debe a las políticas neo liberales. Hasta la fecha no existe casi ningún tipo de oposición de parte de los sectores de la población que más se han visto afectados por las privatizaciones y los planes de reducción del Gobierno israelí. Sin embargo, la manipulación social de Israel, basada en el odio a los extranjeros, bajo el argumento de que les roban los trabajos a los israelíes, es esencial para poder justificar sus políticas de destrucción social. Sin embargo, existe un lado aun más escondido detrás de estas políticas neoliberales. A pesar de los pronunciamientos vacíos por parte de teóricos postmodernos, la globalización y la reducción del peso de los estados en la conducción de la economía requieren de un Estado fuerte, un Estado policial que preserve los pactos económicos y las ganancias de los negocios. Como se ha podido observar en todos los países europeos, la construcción de una conciencia orientada hacia la necesidad de un Estado fuerte se logra a través del odio hacia los demás. Siempre y cuando exista un enemigo interno, incluso si ese enemigo carece totalmente de habilidad para luchar y resistir, resulta fácil contar con el apoyo de la opinión pública para llevar a cabo planes policiales y de opresión. En Israel existe un gran número de programas de policías comunitarias, “ciudades libres de violencia” (que en realidad significan más policías y cámaras en espacios públicos, más oficiales de la policía trabajando en calidad de voluntarios…); discusiones que transforman a la juventud en potenciales delincuentes; y por supuesto, conversaciones acerca de la “mafia”. Sencillamente, si el objetivo es construir un Estado policial fuerte, entonces se necesita tener a un enemigo previamente definido. ¿Quién mejor para asumir este rol que los extranjeros?
Todas estas razones justifican las incitaciones que se producen hoy en día. Sin embargo, existe un factor adicional y crucial que debe ser añadido, se trata de la historia del Estado de Israel, su pasado y su presente, la cual es una historia de racismo. El colonialismo israelí no ha cambiado sustancialmente en las últimas décadas, solamente los vacíos en el consenso interno han cambiado desde mediados de los años 80. La hegemonía intenta actualmente enmendar estos vacíos a través de la eliminación de factores excesivamente cargados. En primer lugar comienza con los judíos que se encuentran fuera del consenso nacional judío-israelí. El siguiente paso consiste en un ataque, inclusive la transferencia física, en contra de la población palestina en Israel. Para poder justificar el uso de la violencia, el régimen israelí debe silenciar las voces de protesta.
De esta manera nos encontramos en el inicio de una cacería de brujas, de un régimen de violencia y de asesinatos. En mi próximo artículo trataré de examinar las respuestas que podemos ofrecer ante tal situación.
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