EDUCACIÓN Y ESFUERZO

EDUCACIÓN Y ESFUERZO: "SOBRE LA PRISA POR APROBAR



Después de treinta años de trabajo docente he terminado este curso escolar relativamente sorprendido por un fenómeno que, no siendo del todo nuevo, parece extenderse como la espuma. Me refiero a la enorme prisa que muestran cada vez más alumnos, e incluso sus familias, por obtener resultados satisfactorios en el menor plazo posible, que para ellos se sitúa en el mes de junio, independientemente de que sus aprendizajes no hayan sido del todo satisfactorios. En esta situación, el alumno parece estar más interesado en aprobar que en aprender, como si lo primero fuese una exigencia social inaplazable y lo segundo no tuviese más que un simple carácter complementario.


Giacomo Balla: 'Línea de velocidad + forma + ruido' (1913).


Puestos ya en esa coyuntura, estos alumnos niegan la posibilidad que la convocatoria de septiembre les ofrece para reforzar sus aprendizajes y, llegado el caso, pueden incluso entrar en descalificaciones sobre el profesor que los suspende, aunque se basen en hechos inciertos y en la errónea idea de que ellos mismos se encuentran capacitados para autoevaluarse... siempre a su favor.


En el fondo, en esta actitud no subyace sino una enorme intolerancia a la frustración, la confirmación en el mundo de la enseñanza de que en esta sociedad cada vez más hedonista no se está dispuesto a soportar cualquier cosa que suponga un mínimo traspiés, aunque éste sea algo tan normal y tan poco decisivo en la vida como un suspenso, del que existe además la posibilidad de recuperación tan sólo dos meses más tarde. Nadie parece interesado en decirle a estos jóvenes que no todo esfuerzo encuentra una recompensa inmediata o que ese esfuerzo ha podido ser insuficiente y, por ello, no merecedor de premio alguno. En este contexto, el siguiente paso es negar la autoridad del profesor, del profesional en cuyas manos se encuentra la adopción de decisiones sobre el futuro intelectual el alumno.


Giacomo Balla: 'Velocidad de un automóvil' (1912). Nueva York.


Parece que en estos tiempos de la prisa el profesor exigente y riguroso en sus planteamientos comienza a no estar de moda, de forma que de él puede decirse peyorativamente y sin más miramientos que es duro o que no valora suficientemente el esfuerzo de sus alumnos. Como si el modelo de docente que se anhelase fuese aquel cuyo destino más inmediato hubiera de ser necesariamente el masivo aprobado de sus alumnos, independientemente de los conocimientos que éstos hayan adquirido. Sucede todo esto en un contexto en el que los niveles de la enseñanza están cada vez más bajos y cuando la dedicación de muchos jóvenes a las tareas intelectuales es más reducida. En un páis donde el fracaso escolar está ampliamente extendido y a nadie parece preocuparle que la cultura del esfuerzo comience a desaparecer.


Giacomo Balla: 'Pesimismo y optimismo' (1923).


Pero esta situación, a fin de cuentas, no es más que el trasunto de la realidad social en la que se contextualiza. No me asombra tanto la actitud de este tipo de alumnos como la de sus familias. Ya no es difícil encontrar padres que amparan esos planteamientos e incluso los estimulan, como si el éxito o fracaso de sus hijos fuese el suyo propio. Paradójicamente, este tipo de situaciones parece darse con más frecuencia en familias de clase media donde la comunicación es escasa o brilla por su ausencia, porque los padres están tan obsesionados en sus propios éxitos (personales o laborales) o tan interesados en ganar dinero que olvidan la enorme responsabilidad que poseen como educadores. Y desde luego no educa mejor quien más ampara y protege a sus hijos, sino quien les enseña que el camino para hacerse adulto está lleno de retos constantes que hay que superar; que no hay que derrumbarse ante fracasos parciales; que hay que saber caer y levantarse porque en eso consiste la vida.


Humberto Boccioni: 'Dinamismo de un ciclista' (1913).


No hace mucho, uno de esos alumnos me comentaba (como si fuese la cosa más normal del mundo) que veía a su padre cada dos semanas y concluía que apenas disponía de tiempo para hablar con él. ¿Qué puede haber más importante para un padre que el contacto diario con sus hijos? Sí, definitivamente la formación de los jóvenes no debe consistir en satisfacerles todos sus deseos, sino en guiarles para que crezcan, maduren y aprendan de sus errores. Aunque uno de ellos sea un suspenso que se necesita recuperar en septiembre. También para eso está el verano: para estudiar si no se ha alcanzado el suficiente nivel durante el curso. Pero no podemos hacer creer a nuestros jóvenes que viven entre nubes de algodón. Quien actúa así como padre comete un error irreparable. De manera que quienes tengan que estudiar este verano, que lo hagan. No pasa nada. Aprender más es siempre bueno.


Humberto Boccioni: 'La carga de los lanceros' (1914-15). Milán.


He ilustrado este comentario, con el que alguna manera cierro el curso escolar, con algunas obras de los futuristas italianos, de quienes escribí aquí hace tiempo, calificándolos como los autores de un arte a toda velocidad. Pero en educación la velocidad y las prisas no son buenas compañías. Cada alumno tiene sus propios ritmos, aunque haya quien se empeñe en querer trazar otros que resultan imposibles. Feliz verano a los estudiantes.
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