Felicidades mujer, y perdón

Con un poco de retr5aso pero ahí está...
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PEDRO TARACENA GIL
A estas alturas del siglo XXI, haciendo una perspectiva de los logros obtenidos en los derechos de las mujeres, lejos de caer en autocomplacencia, debemos de seguir alerta a los detractores de la igualdad entre todos los seres humanos. Los enemigos de los derechos de las mujeres están, también, entre las mujeres de la derecha. No solamente no apoyaron la ley que propiciaba los mismos derechos, sino que ahora desean suprimir el Ministerio de Igualdad. Otro gran colectivo de mujeres en contra de su propia igualdad se oculta en la Iglesia. Y en la enseñanza de los colegios católicos, donde se mutilan los derechos de las mujeres, bajo la hipocresía del derecho de los padres a la libre elección del centro. Si además este centro segrega a los niños de las niñas, mejor.
Si las mujeres que integran estas instituciones tomaran conciencia de que ellas y sus hijas tienen los mismos derechos que sus maridos y padres de sus hijas, la igualdad sería una realidad. No olvidemos que fueron las mujeres sufragistas las que más lucharon por su derecho al voto. Pero los hombres debemos de entonar el mea culpa en un día como hoy y obrar en consecuencia, sin dilaciones. Perdón por haberte despedido del trabajo porque te habías quedado embarazada. Perdón por no ascenderte porque tenías hijos. Perdón por haberte echado de un lugar público porque estabas amamantando a tu hijo con el pecho fuera. Perdón por haberte echado de casa porque te quedaste embarazada de tu novio. Perdón porque siendo tu compañero de colegio he abusado de ti sexualmente. Perdón porque he creído que eras de mi propiedad y te he maltratado hasta matarte. Perdón por los celos machistas que habitualmente te proceso.
Perdón por haberte ayudado a soportar las faenas de la casa, en lugar de aprender a compartirlas. Perdón por no haber educado a tus hermanos para que fueran igual que tú en todo. Perdón por negarte la entrada en las cofradías vetadas por los hombres para las mujeres. Perdón por no dejar que degustes los placeres de la cocina en las sociedades gastronómicas solo para hombres. Perdón porque no te dejo ser obispa o sacerdotisa de la Iglesia Católica. En fin, mil perdones por no haberte considerado como yo. Igual que yo y con los mismos derechos.


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