MEMORIAL DEL HOLOCAUSTO

MEMORIAL DEL HOLOCAUSTO: "UNA REFLEXIÓN SOBRE EL TERROR



La historia de nuestra especie está colmatada de episodios de brutalidad que parecen querer dar la razón al filósofo que afirmaba que el hombre es un lobo para el hombre. Situaciones en las que una parte de los seres humanos se ha considerado poseedora del derecho a la eliminación física de algunos de sus semejantes. Siempre ha sido así y, contra lo que pudiera esperarse, parece que esos episodios de barbarie no han menguado con el tiempo. Más bien al contrario, el mundo contemporáneo está lleno de estremecedores ejemplos de la vesania de los hombres contra los hombres. En la vieja y civilizada Europa hemos vivido una de sus más crueles muestras ya avanzado el siglo XX. Prácticamente desde la llegada del partido nazi y de Adolfo Hitler al poder en 1933 comenzó un proceso de persecución de los judíos europeos que alcanzó su paroxismo durante los años de la Segunda Guerra Mundial: el denominado Holocausto, la política premeditada de eliminación física de todos los judíos del continente.


Los datos son bien conocidos y las cifras sencillamente aterradoras, pero conforme me adentro en este inmenso campo de estelas comienza a invadirme una cierta sensación de angustia, mientras la capacidad de razonar casi se me bloquea por completo para dar paso a la primacía de las emociones y las sensaciones. Soy consciente de que lo que ahora experimento no se parece en nada a lo que debió sentir cualquier judío internado en un campo de concentración; de que mi angustia entre estos bloques de hormigón que me rodean por todos lados es sólo una ínfima parte de lo que vivió en sus propias carnes cualquiera de aquellas pobres criaturas sometidas por completo a la mayor abominación del terror nazi.


Sé que a pocas decenas de mi hay otro horizonte que me permitiría regresar en breve plazo a la normalidad. Pero no quiero o no puedo salir ahora de aquí. Me gustaría pensar y recordar todo aquello que he leído sobre este cruel capítulo de nuestra historia. Sin embargo, todo lo que me viene a la cabeza son imágenes en blanco y negro que pasan como fogonazos por mi conciencia. Mi paso se enlentece hasta hacerme detener por completo y, mientras me apoyo en uno de estos bloques, parece que el que tengo justo enfrente (tan cerca que casi puedo tocarlo) va a desplomarse sobre mi en un instante.


Mientras la tarde va cayendo en el agosto berlínés casi pierdo la noción del tiempo. Unos niños pasan corriendo junto a mi, evocándome imágenes aún más crueles. Después el silencio se rehace casi repentinamente y, poco a poco, voy recuperando una cierta lucidez. Reinicio mi marcha y casi sin proponérmelo doy por fin con la salida de este laberinto gris que, no sé durante cuánto tiempo, ha logrado apoderarse de mi casi por completo. Pocas obras de arte me han causado una impresión tan profunda y directa como ésta que ahora comienzo a dejar atrás: el Memorial del Holocausto. Un ejemplo excelente de ese arte conceptual que pretende transmitir ideas, pero que aquí va mucho más allá, al lograr que el recorrido por él se traduzca en una especie de experiencia iniciática sobre los efectos del terror en el ser humano.


Nunca fue tan adecuado como aquí el concepto de memorial: algo que se levanta con la intención de conseguir que el tiempo no borre determinados hechos históricos o, como en este caso, para recordar a quienes sin quererlo fueron protagonistas de esos hechos. Para ello, se han empleado casi 20.000 metros cuadrados de uno de los lugares más céntricos de Berlín que se han cubierto con 2.700 estelas de hormigón gris. Todas con la misma adusta forma geométrica, aunque con alturas distintas, alcanzando algunas de ellas los 4,7 metros y un peso de 16 toneladas. No hay nada más, salvo el suelo, tapizado con un adoquinado gris. Las estelas, cuya inclinación varía levemente, se disponen formando estrechas calles que en ocasiones parecen no tener fin y cuya anchura puede abarcarse de lado a lado simplemente extendiendo los brazos.


El Memorial fue inaugurado en 2005, siguiendo el diseño trazado por el arquitecto norteamericano de ascendencia judía Peter Eisenman quien, a mi juicio, ha logrado resolver con gran acierto un encargo de la mayor dificultad: ¿cómo levantar un monumento conmemorativo sobre lo que muchos consideran la mayor tragedia del siglo XX? Esta forma de plantearlo deja la respuesta abierta, poque probablemente cada persona que recorre el Memorial del Holocausto construye el recuerdo a su propia manera. Eso sí; este recorrido debería ser casi obligatorio para todos los ciudadanos del mundo. Porque permite experimentar en carne propia sensaciones asociadas a la angustia y el terror inherentes a aquellos hechos. Para que no se nos olvide lo que, a veces, somos capaces de hacer.


Es imprescindible visitar la Web del Memorial del Holocausto, en alemán e inglés, con un folleto descargable en español. Este panorama permite hecerse una tímida idea de sus características.
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