Movimientos artísticos (Cuarta Parte)

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(Cuarta Parte)


Francisco de Goya 
Aunque el romanticismo fue el movimiento dominante durante buena parte del siglo XIX, existían otras tendencias artísticas del todo diferentes, y muchos pintores no abrazaron ninguna escuela claramente definida. Por ejemplo, no se puede relacionar a Francisco de Goya con ningún movimiento artístico concreto. Sus obras tempranas son de un estilo rococó atenuado y sus últimos trabajos (entre los que se cuentan la colección de Pinturas negras, actualmente en el Museo del Prado, que decoraban su Quinta) son expresionistas y alucinatorias. En algunos retratos de la familia real como por ejemplo, La familia de Carlos IV (1800, Museo del Prado, Madrid), emuló la fórmula de su compatriota Velázquez (en Las Meninas) incluyéndose ante el caballete. Pero, al revés que la obra de Velázquez, los retratos de Goya no son nunca objetivos; su perspicacia psicológica revela la insulsez de sus modelos y su brillante pincelada recoge sin rodeos sus defectos físicos. 

REALISMO
 

Hacia mediados del siglo XIX, el pintor francés Gustave Courbet rechazaba tanto el neoclasicismo como el romanticismo y proclamaba un movimiento individual llamado realismo. No le interesaba la pintura histórica, ni los retratos de los gobernantes, ni los temas exóticos, pues creía que el artista debía ser realista y pintar los acontecimientos cotidianos de la gente común. El entorno elegido para muchos de sus lienzos fue Ornans, su villa natal en el levante francés; allí retrató a obreros construyendo una carretera, a ciudadanos asistiendo a un funeral, o a hombres sentados alrededor de la mesa escuchando música y fumando. Aunque no existía ningún movimiento artístico realista formal, la obra de algunos pintores del siglo XIX presenta tendencias que pudieran ser identificadas como tales. Honoré Daumier, más conocido por sus litografías, pintó pequeños lienzos realistas sobre la vida en las calles de París, y en algunos casos se tacha de realista social a Jean-François Millet, de la Escuela de Barbizon. 

LA PINTURA DEL SIGLO XIX EN LATINOAMÉRICA 

La lucha por la emancipación se extendió a la mayoría de los países de América Latina a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX. La búsqueda de nuevos modelos políticos, económicos, artísticos y de pensamiento recayó sobre Francia, y más concretamente sobre París. 

En México, en 1846 se contrató a Pelegrín Clavé para dirigir la reapertura de la Academia de San Carlos, organismo desde el que fomentó la temática histórica y el paisajismo con una visión europeísta. La reacción en contra del academicismo corrió a cargo de Juan Cordero, con una interesante producción que introdujo los rasgos mexicanos en la pintura clásica. Los seguidores más destacados del paisajismo fueron Luis Coto y José María de Velasco, a quien se considera el pintor más importante del siglo XIX. El paso al siglo XX quedó marcado por Joaquín Clausell y Julio Ruelas, precursor en el uso de elementos fantásticos, dramáticos y de síntesis en sus alegorías y símbolos. 

En Colombia, José María Espinosa y Ramón Torres Méndez plasmaron la vida del siglo XIX en sus dibujos, pinturas y miniaturas. 

La tónica en Venezuela fue la exaltación del carácter heroico y militar. La transición la marca Juan Lovera, creador de una escuela cuyo foco era Caracas. La creación del Instituto de Bellas Artes de Venezuela en 1877 dio pie a que se conocieran pintores como el paisajista Ramón Bolet y el muralista Martín Tovar y Tovar. Este último inmortalizó las batallas y los momentos cruciales de la vida nacional en escenas que decoran el Palacio Federal. Arturo Michelena, Antonio Herrera Toro y Tito Salas, entre otros, cultivaron el género histórico, mientras que Cristóbal de Rojas optaba por una temática más libre en la que el claroscuro adquiere mucho peso. 

En Chile, la influencia europea provino de la moda francesa y de la presencia de artistas extranjeros. La reacción en contra de esta tendencia fue promovida por la corriente naturalista. Dos de las principales figuras del siglo XIX fueron Juan Francisco González y Pedro Lira. Mientras que el primero optó por el paisaje y la naturaleza, el segundo se decantó por la figura humana. 

En Uruguay, Juan Manuel Blanes registró la crónica de la época a través del retrato, del género histórico y del costumbrismo con sus series sobre los gauchos. El delicado colorido de los paisajes de Pedro Figari complementa la reconstrucción vigorosa de los tipos y costumbres uruguayos. 

En Argentina se considera, en términos generales, que el arte pictórico verdaderamente argentino tomó forma ya entrado el siglo XIX con el pintor realista Prilidiano Pueyrredón. 

PINTURA ESTADOUNIDENSE DE FINALES DEL SIGLO XIX 
Los tres destacados pintores estadounidenses, Winslow Homer, Thomas Eakins y Albert Pinkham Ryder, trabajaban a finales del siglo XIX independientemente de los principales movimientos artísticos del continente. Homer exploraba la lucha de la humanidad contra las fuerzas de la naturaleza en numerosos óleos y acuarelas del mar y de la costa; como los luministas que le precedieron y los impresionistas de su época -a los que, por otra parte, no le unía nada más-, Homer mostraba un gran interés por la luz y por los efectos atmosféricos. También Eakins utilizó la luz con gran eficacia en sus obras de gran fuerza realista sobre cirujanos -por ejemplo, La clínica Gross (1875, Escuela de Medicina Jefferson, Filadelfia)- y en una serie de representaciones de remeros en el río Schuykill, de gran meticulosidad de detalles. Ryder, por su parte, se pasó de la realidad a la exploración de la personalidad profunda; su reducción de los objetos a dibujos y siluetas tenía afinidades con el simbolismo. Sus temas favoritos eran los barcos, el mar y el cielo nocturno, a los que infundió sentimientos románticos y místicos. 

DESARROLLO DEL IMPRESIONISMO 

Al volver sus ojos hacia los temas cotidianos, los artistas de mediados del siglo XIX cuya obra es adscribible al realismo sentaron un precedente para la siguiente generación de la vanguardia francesa. Édouard Manet fue el principal innovador de la década de 1860 y su estilo fue precursor del impresionismo. Al igual que Courbet, Manet encontró muchos de sus temas en la vida que le rodeaba (los parisinos solazándose en restaurantes, en parques o paseando en barco), aunque también tomó algunos de maestros anteriores -Velázquez y Goya- recreándolos de acuerdo con la vida contemporánea, a su propio estilo, aplanando las figuras y neutralizando las expresiones emocionales. Estas y otras innovaciones, como su pincelada libre e imprecisa y sus amplios parches de color yuxtapuestos sin transición, hacen que se considere a Manet el primer pintor moderno. 

A finales del siglo XIX, Edgar Degas se destacaba como maestro del trazo, dotando a sus temas de movimiento, como si hubieran sido captados por una cámara. Aunque la inmediatez del planteamiento de Degas y su interés por pintar la vida contemporánea lo vinculan con los impresionistas, difería de ellos en muchos puntos. No disolvía la forma tan radicalmente como ellos y prefería pintar figuras en interiores en lugar de paisajes. El estilo compositivo de Degas se debía a la influencia de la fotografía y de los grabados japoneses, que por entonces circulaban por París y eran muy populares entre los artistas del momento. Sus cuadros de bailarinas, músicos, lavanderas y mujeres bañándose parecen desenfadados y sin estudiar, pero la realidad es que estas composiciones, de vistas oblicuas y equilibrio asimétrico, están muy calculadas. Sus retratos son también únicos en lo que se refiere a la integración de las figuras en los decorados y a la revelación de la personalidad de los modelos. Degas, maestro en muchas técnicas, destaca sobre todo en el empleo de los pasteles, con los que consigue efectos de inusitada riqueza. 

El estilo impresionista se desarrolló al aumentar el interés de los pintores por estudiar los efectos de la luz sobre los objetos -cómo la luz da color a las sombras y disuelve los contornos de los objetos- y por trasladar sus observaciones directamente al lienzo. Su falta de interés por los detalles concretos de las formas y su empleo de pequeños toques separados de color puro -técnicas que contrastaban totalmente con el estilo académico predominante- provocaron la animosidad de crítica y público. Tuvieron que pasar casi 20 años hasta que Claude Monet, principal exponente del impresionismo, alcanzara el reconocimiento general. Su interés se centraba sobre todo en el paisaje, que representaba bajo todas las condiciones climatológicas y en diferentes estaciones; captaba los efectos centelleantes de la luz del sol en los árboles en primavera y la luz gris del invierno en las huellas del suelo nevado. Durante los últimos años de su vida se dedicó a pintar los exquisitos jardines y los estanques con nenúfares de su casa de Giverny; sus formas se volvían cada vez más evanescentes según las iba diluyendo en el trémulo juego de la luz y el color. 

Camille Pissarro fue también uno de los creadores del impresionismo, junto con Auguste Renoir. Los temas favoritos de Pissarro eran los paisajes, las escenas fluviales, las vistas de las calles de París y los campesinos en su trabajo. Los intereses de Renoir eran similares a los de Monet y de Pissarro, pero realizó también una importante cantidad de retratos y de cuadros de figuras; son célebres sus numerosos estudios de desnudos femeninos de piel nacarada. 

Los impresionistas trabajaban juntos al aire libre, como en el caso de Renoir y Monet. En 1869, por ejemplo, ambos pintaron El estanque de las ranas; el lienzo de Monet está en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, el de Renoir en el Museo Nacional de Estocolmo. A principios de la década de 1870, había una relación similar entre Pissarro y Paul Cézanne; Pissarro no disolvía las formas de manera tan radical como los otros impresionistas, y quizá ello impulsó a Cézanne a trabajar con él, ya que los intereses de este último se decantaban en otras direcciones. Mientras los impresionistas se dedicaban a plasmar los efectos transitorios, como los cambios de la luz, Cézanne se preocupaba por los aspectos eternos de la naturaleza, extrayendo sus principios estructurales, como en sus numerosos lienzos del monte Sainte-Victoire. Estos estudios, pintados durante los últimos años de su vida, son el resultado del empeño de Cézanne por conseguir plasmar el color y el volumen de una montaña vista desde lejos. El interés de Cézanne por las formas geométricas tuvo gran influencia en el desarrollo del cubismo. 

MOVIMIENTOS POSTIMPRESIONISTAS 
En la década de 1880, y durante un breve periodo, Pissarro se desvió hacia una nueva técnica, una ramificación del impresionismo desarrollada por Georges Seurat y conocida como divisionismo o puntillismo. Seurat y sus seguidores transformaron la pincelada suelta, típica del impresionismo, en puntitos de pigmento puro, yuxtaponiendo sobre el lienzo zonas diminutas de colores complementarios. Las teorías de Seurat procedían de sus lecturas de los textos estéticos y científicos del siglo XIX sobre el color. Esta técnica se aprecia perfectamente en una de sus obras más espectaculares, Un domingo de verano en la Grande Jatte (1884-1886, Instituto de Arte de Chicago). 

Las obras tempranas de tres importantes artistas de finales del siglo XIX, Vincent van Gogh, Paul Gauguin y Henri de Toulouse-Lautrec, denotaban la influencia del impresionismo, pero acabaron por desarrollar estilos postimpresionistas claramente definidos. Tanto Van Gogh como Pissarro hicieron breves experimentos con la división del color. Sin embargo, en el estilo desarrollado por Van Gogh era típico el empleo del color puro, aplicado muy denso en pinceladas vacilantes que dotaban a la obra de intensa expresión emocional. Muchos de sus lienzos, en especial los de cipreses azotados por el viento y los de campos de trigo bajo cielos tormentosos, expresan su propio estado de ánimo, tal como lo reflejan las fuerzas de la naturaleza. El estilo de Van Gogh ejerció gran influencia sobre los pintores del norte de Europa que, a principios del siglo XX, desarrollaron el expresionismo. 

La obra de Gauguin refleja también distorsiones de línea y de color, pero difiere de la suya en que es más simbólica que expresionista. Las zonas de colores planos intensos forman motivos decorativos, con los contornos muy marcados. Gauguin fue la figura central de un nuevo movimiento conocido como simbolismo, activo durante la década de 1890, cuyos inmediatos seguidores formaban el grupo de los nabis. 

Otro camino tomó Toulouse-Lautrec, pintor de personas, que elegía a sus modelos entre las cantantes y bailarinas de cabaré, y las prostitutas; estas figuras eran la expresión de la decadencia social del París de la Belle Époque. Como muchos otros artistas -Manet, Degas o la estadounidense Mary Cassatt-, estaba influido por el estilo plano y la composición en apariencia descuidada de los grabados japoneses. Toulouse-Lautrec tenía un gran sentido de la línea, apreciable en sus dibujos y litografías de color, sobre todo en sus carteles para el Moulin Rouge y otros lugares de esparcimiento parisinos. 

PINTURA DEL SIGLO XX ANTERIOR A LA II GUERRA MUNDIAL 

El arte del siglo XX se caracteriza por la gran variedad de movimientos y estilos. Entre los que tuvieron su origen en Europa antes de la II Guerra Mundial se encuentran el fauvismo, el expresionismo, el cubismo, el futurismo, el constructivismo, el neoplasticismo, el dadá y el surrealismo; en Estados Unidos se desarrollaron el sincronismo y el hiperrealismo. Véase Arte y arquitectura contemporáneas. 

Fauvismo 

A principios de siglo, los artistas, tanto franceses como alemanes, mostraron su interés por el arte de las sociedades no-occidentales. Después de investigar las llamadas tradiciones artísticas primitivas en Bretaña, Gauguin trasladó su búsqueda a los mares del Sur. Su sentido decorativo del color y sus teorías influyeron sobre un grupo posterior de pintores, conocidos como los fauves (`fieras'), a la cabeza de los cuales estaba Henri Matisse. Otros fauves conocidos fueron André Derain, Georges Braque y Maurice de Vlaminck, que presumían de ser los primeros artistas europeos en descubrir la escultura africana. 

Expresionismo 
La obra de los artistas más preocupados por plasmar sentimientos y respuestas subjetivas, por medio de la distorsión de la línea y del color, que por representar fielmente la realidad externa se fundió en un movimiento conocido como expresionismo. En Alemania, el movimiento abarcaba dos grupos. Los artistas jóvenes, activos entre 1905 y 1913, que componían el grupo Die Brücke estaban, como los fauves, inspirados en el arte africano, cuya fuerza y energía trasladaban a su propia obra. El grupo estaba formado por Ernst Ludwig Kirchner, Karl Schmidt-Rottluff, Erich Heckel y Emil Nolde, entre otros. Representaban los sufrimientos de la humanidad con un estilo parecido, en cierto modo, al fauvismo, pero con el ingrediente añadido de la angustia. La obra temprana del noruego Edvard Munch, de gran carga emocional, era bien conocida en Alemania y produjo honda impresión en los artistas de Die Brücke. Algo más tarde, en 1911, Franz Marc y el artista nacido en Rusia Wassily Kandinsky encabezaron la otra fase del expresionismo alemán por medio del grupo Der Blaue Reiter, en Munich; se inspiraban en el llamado arte primitivo, en el fauvismo y en el arte popular, y la modalidad expresionista que practicaban evolucionó hacia una forma de pintar que anticipaba el arte abstracto. Los principales componentes de Der Blaue Reiter eran August Macke, Gabriele Münter, Paul Klee y Alexey von Jawlensky. En esos años, el uruguayo Pedro Figari produce su obra neoimpresionista en su país, en Buenos Aires y París. 

Cubismo 

Entre 1907 y 1914, Pablo Picasso y Georges Braque desarrollaron el cubismo en París, inspirándose en la forma, cada vez más geométrica, que tenía Cézanne de representar los paisajes y las naturalezas muertas, y en las formas dinámicas de la escultura africana e ibérica. El cubismo llegó a ser el estilo artístico que más influencia ejerció en todo el siglo XX; se basa en la descomposición de la imagen tridimensional en multitud de puntos de vista bidimensionales, rechazando los valores tradicionales de la perspectiva, el escorzo, el modelado y el claroscuro. La pintura cubista atravesó diferentes fases, entre las manos de Picasso y Braque inicialmente, y más tarde las de Fernand Léger, Robert Delaunay, Sonia Delaunay y Juan Gris, para ser modificado posteriormente por un grupo de artistas italianos entre los que se encontraban Gino Severini, Umberto Boccioni, Carlo Carrà y Giacomo Balla. Su intención de expresar en el arte el avance dinámico del siglo XX se conoce como futurismo. El cubismo en América Latina tiene, entre otros representantes, al cubano Wifredo Lam y al mexicano Diego Rivera en su obra de caballete. En los años 1930 se da a conocer el uruguayo Joaquín Torres García, precursor del constructivismo. 

Pintura abstracta 

El arte abstracto, que abarca varios estilos bien definidos, empezó a desarrollarse en Alemania, Estados Unidos, Rusia y los Países Bajos durante la segunda década del siglo XX. El cubismo fue crucial para su evolución, sobre todo en Rusia, donde los artistas, que conocían las tendencias francesas, bien a través de sus viajes a París, o contemplando el arte de vanguardia en las colecciones moscovitas, empezaron a crear cuadros de composición geométrica. Kazimir Maliévich llamó suprematismo a su manera de abordar la abstracción, mientras que a otros artistas rusos -como Alexandr Rodchenko y El Lissitzky- se les conoció como constructivistas. Después de su contacto con el cubismo, Piet Mondrian desarrolló una forma de abstracción llamada neoplasticismo. Sus pinturas de cuadrículas, poniendo de relieve la bidimensionalidad del plano pictórico, y sus teorías estéticas fueron la base del desarrollo de la abstracción geométrica en Estados Unidos en la década de 1930. En esta última tendencia destaca en América Latina el ítalo-brasileño Alfredo Volpi, cuyo trabajo desemboca en una geometría sensible, con trazos menos exactos y más imaginativos. 

Dadaísmo 

Durante la I Guerra Mundial un grupo de intelectuales suizos, unidos por su rechazo hacia los valores burgueses, y sobre todo hacia el militarismo de los años de guerra, eligió el vocablo dada, sin significado alguno, para describir sus actividades de protesta y repulsa, y el arte con el que desafiaban los criterios estéticos establecidos. El más conocido de los dadaístas era el pintor francés Marcel Duchamp, que expresó su desaprobación por el “arte agradable y atractivo” añadiendo bigote y barba a una reproducción de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. La iconoclastia de Duchamp encontró también expresión en lo que llamaba ready-made, los objetos cotidianos que él presentaba como obras de arte. Otros dadaístas famosos fueron Francis Picabia, George Grosz y Max Ernst. 

Surrealismo 
Los dadaístas aprovechaban el accidente y la oportunidad para crear obras, métodos que fueron adoptados por sus sucesores, los surrealistas. En 1924 André Breton presentó un manifiesto dando el nombre de surrealismo al movimiento que proclamaba la superioridad del inconsciente y el papel de los sueños en la creación artística. Los surrealistas más importantes fueron Ernst, Salvador Dalí, Joan Miró, René Magritte, Jean Arp y André Masson. En América Latina destaca el chileno Roberto Matta, que combina el surrealismo con la abstracción. Por otra parte, se podría incluir a la mexicana Frida Kahlo dentro de una corriente surrealista influida por el arte popular. 

La pintura americana anterior a la II Guerra Mundial 
A principios de siglo, los pintores estadounidenses que trabajaban con un estilo en cierto modo impresionista, como Maurice Prendergast o Childe Hassam, realizaban agradables cuadros sobre la vida de la clase alta. Otro grupo de artistas, entre los que se encontraban Robert Henri, John Sloan y George Bellows, rechazaron este tipo de arte y se dedicaron a representar la vida en las calles de la ciudad, con un realismo vigoroso y directo. Más tarde, el grupo al que pertenecían fue apodado Ashcan school (en inglés ash can, `cubo de basura'), reflejando su predilección por temas del lado sórdido de la vida. Pero fue en 1913, año en que tuvo lugar el famoso Armory Show, exposición internacional celebrada en Nueva York, cuando los artistas de Estados Unidos se pusieron al corriente de los estilos vanguardistas europeos. Los artistas más destacados de ese periodo fueron Marsden Hartley, Joseph Stella, Arthur Dove, Georgia O'Keeffe y Stuart Davis. En una línea semejante se puede considerar al guatemalteco-mexicano Carlos Mérida, que mostraba una dominante geométrica de inspiración surrealista. 

Durante la década de 1930, hubo otros pintores que reaccionaron en contra de las influencias extranjeras y volvieron a representar, a su manera, la escena estadounidense. La vida rural inspiró a regionalistas como Grant Wood, autor de la conocida obra Gótico americano (1930, Instituto de Arte de Chicago). Ben Shahn puso un toque político en sus representaciones de la vida ciudadana durante la depresión, mientras que el gran realista del siglo, Edward Hopper, elegía para sus cuadros contemplativos y apacibles el tema de la soledad de los individuos en las ciudades modernas. 

En América Latina, la época posmuralista tuvo una vertiente inclinada hacia el arte popular de donde surgió el mexicano Rufino Tamayo, que, más tarde, agregó una dosis de vanguardismo. En esa época se da a conocer también el argentino Antonio Berni, que deriva con posterioridad en el collage con elementos de Pop Art y de pintura política. 

LA PINTURA A PARTIR DE LA II GUERRA MUNDIAL 

A partir de la II Guerra Mundial, los artistas de todo el mundo han desempeñado un importantísimo papel en la creación de nuevos estilos o en el desarrollo de los ya existentes. Entre ellos se encuentran el expresionismo abstracto, el Op Art y el Pop Art, el fotorrealismo y el minimalismo. 

Expresionismo abstracto 

La presencia en Estados Unidos de muchos surrealistas europeos refugiados fue sin duda el catalizador en la creación del expresionismo abstracto, movimiento centrado en Nueva York entre las décadas de 1940 y 1950. Su investigación del inconsciente y de las técnicas basadas en el azar intrigó a Jackson Pollock, Willem de Kooning, Hans Hofmann y muchos otros. Estos artistas, partidarios del automatismo surrealista (una técnica similar a la escritura automática) y del expresionismo, practicaban la técnica conocida como Action Painting. En manos de Pollock, por ejemplo, implicaba derramar colores sobre lienzos de gran formato para crear al azar motivos abstractos. Otros expresionistas abstractos, como Mark Rothko y Barnett Newman, desarrollaron la Colour-Field Painting, aplicando sobre el lienzo grandes extensiones de color sutilmente modulado. En Argentina destaca Ronaldo de Juan, que más tarde optó por grandes cuadros de tonos grises. En Europa, se desarrolló en paralelo un movimiento denominado informalismo, que cuenta entre sus principales representantes a Jean Dubuffet, Hans Hartung, Antoni Tàpies y Manuel Millares, entre otros. 

Op Art y Pop Art 

En la década de 1960 se iniciaron nuevos estilos y movimientos. Algunos pintores siguieron en la senda de la abstracción, como denota el Op Art de Victor Vasarely, Eusebio Sempere y Omar Rayo. Si bien el Op Art se basa en producir ilusiones ópticas generalmente abstractas, el Pop Art es figurativo, como se aprecia en las divertidas obras de su creador, el artista inglés Richard Hamilton. Los artistas Pop tomaban sus imágenes de los anuncios, de las películas, de las tiras cómicas y de los objetos cotidianos. Entre los más destacados artistas seguidores de esta corriente se encuentran Robert Rauschenberg, Jasper Johns, Jim Dine, Roy Lichtenstein y Andy Warhol. 

Nuevo realismo 

Las irónicas imágenes del Pop Art ayudaron a despejar el camino para un renacimiento de la pintura realista. Los realistas que se destacaron en las décadas de 1970 y 1980 fueron aquellos que habían asumido algunos de los conceptos estéticos del arte abstracto. El fotorrealismo se basaba en la fotografía para conseguir un tipo de pintura realista impersonal, con detalles precisos, como en los meticulosos paisajes urbanos de Richard Estes. Los desnudos rigurosamente estructurados de Philip Pearlstein y las composiciones planas de Alex Katz y Wayne Thiebaud conferían también al realismo un tono frío y abstracto. Mientras tanto, en América Latina empezaban a brillar figuras como el ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, que acude a las aristas pronunciadas y a la deformación para expresar a menudo un contenido político. 

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*Me doy cuenta que la lejanía consiste en alejarnos de nosotros mismos, para poder saber que estábamos allí, esperándonos de nuevo. 

*alattkeva.-09

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