Gaddafi convocando a los Buitres del Petróleo
Gaddafi convocando a los Buitres del Petróleo: "
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'Food for the Vultures'. Viñeta del dibujante Ugur Demir
Nepotismo y latrocinio, esquilmación de recursos y derechos, megalomanía, paranoia, alquiler de crueldad mercenaria, maquiavélico exterminio sistemático de protestones, son cualidades tan propias de una tiranía como el mal olor lo es de los excrementos. En el caso de estos, el hedor actúa como señal de alarma y sirve para impulsar a deshacerse de ellos, evitando posibles infecciones. En el caso de las tiranías... no. A esa clase de materia fecal se le suele regalar tronos y baldaquinos. De hecho, entre los Tyrannopithecus Iniquus Iniquus (alias Sapiens) hay un gremio especializado en abrazarse una y otra vez a las peores heces humanoides sin ensuciarse la corbata ni mudar la sonrisa ni sentir remordimiento de conciencia. Se hacen llamar a sí mismos POLÍTICOS y DIPLOMÁTICOS y se distribuyen en partidos opuestos para distraer a su electorado del hecho básico de que son todos la misma caca. Democrática en apariencia, eso sí, pero mierda vulgar y corriente al fin y al cabo. Escoria que destina parte de los presupuestos generales del Estado a limosnas caritativas mientras al mismo tiempo hace negocio vendiendo armamento y munición; a veces a los mismos empobrecidos países.
Al coronel Muammar El Gaddafi -represor excrementicio donde los haya- lo visitaban en su palacio-fortaleza de Trípoli los buitres de la carroñera coalición que ahora lo bombardea; y lo invitaban a viajar de aquí para allá; y estrechaban su mano manchada de sangre; y se hacían fotos oficiales con él; y le llenaban la barriga en opíparas cenas de gala; y le compraban oro negro y le vendían armas. A su régimen -hasta dos días antes de que la guerra en Libia pasase de civil a internacional- la incoherente Organización de las Naciones Unidas lo incluía en su lista de valedores de la Humanidad, pese a utilizar la Declaración Universal de Derechos Humanos como papel higiénico. China -por poner otro ejemplo (gigante)- perpetra lo mismo a gran escala desde hace décadas y no obstante su régimen asesino forma parte de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Y el de Arabia Saudí también, en reconocimiento al cariñoso trato que dispensan a las mujeres, seguramente.
Ni la sangre, que desaparece en la arena más veloz que un espejismo y que es roja en Yemen o en Tíbet o en Myanmar o en el Congo lo mismo que en Libia, ni las lágrimas por la injusticia, que se evaporan con la misma facilidad que la sangre y son saladas y transparentes broten donde broten, importan a la clase política y diplomática mundial, ya que los integrantes de ese vomitivo gremio -en connivencia con la clase financiera economicida- se mueven por la ambición y la codicia y no por la ética ni por los sentimientos humanos más elementales. Solamente hay un líquido que motive a los buitres a ordenar a sus mozos de uniforme el bombardeo de una dictadura. Un líquido negruzco, brillante y viscoso, cuyo perpetuo control interesa a los que siguen enriqueciéndose a expensas de boicotear las energías limpias y degradar la Tierra. Chusma trajeada tan podrida y corrupta como los cadáveres inhumados de los dinosaurios. Poderoso caballero es don Barril Gasolinero, que escribiría hoy el locuaz funcionario de los quevedos en algún hediondo despacho del Ministerio de Hipocresía. El Museo de la Luna
Al coronel Muammar El Gaddafi -represor excrementicio donde los haya- lo visitaban en su palacio-fortaleza de Trípoli los buitres de la carroñera coalición que ahora lo bombardea; y lo invitaban a viajar de aquí para allá; y estrechaban su mano manchada de sangre; y se hacían fotos oficiales con él; y le llenaban la barriga en opíparas cenas de gala; y le compraban oro negro y le vendían armas. A su régimen -hasta dos días antes de que la guerra en Libia pasase de civil a internacional- la incoherente Organización de las Naciones Unidas lo incluía en su lista de valedores de la Humanidad, pese a utilizar la Declaración Universal de Derechos Humanos como papel higiénico. China -por poner otro ejemplo (gigante)- perpetra lo mismo a gran escala desde hace décadas y no obstante su régimen asesino forma parte de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Y el de Arabia Saudí también, en reconocimiento al cariñoso trato que dispensan a las mujeres, seguramente.
Ni la sangre, que desaparece en la arena más veloz que un espejismo y que es roja en Yemen o en Tíbet o en Myanmar o en el Congo lo mismo que en Libia, ni las lágrimas por la injusticia, que se evaporan con la misma facilidad que la sangre y son saladas y transparentes broten donde broten, importan a la clase política y diplomática mundial, ya que los integrantes de ese vomitivo gremio -en connivencia con la clase financiera economicida- se mueven por la ambición y la codicia y no por la ética ni por los sentimientos humanos más elementales. Solamente hay un líquido que motive a los buitres a ordenar a sus mozos de uniforme el bombardeo de una dictadura. Un líquido negruzco, brillante y viscoso, cuyo perpetuo control interesa a los que siguen enriqueciéndose a expensas de boicotear las energías limpias y degradar la Tierra. Chusma trajeada tan podrida y corrupta como los cadáveres inhumados de los dinosaurios. Poderoso caballero es don Barril Gasolinero, que escribiría hoy el locuaz funcionario de los quevedos en algún hediondo despacho del Ministerio de Hipocresía. El Museo de la Luna
'De momento es sólo sangre. Cuando se derrame petróleo intervendremos.'
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