Entre mafias anda el juego (I): El Padrino
Entre mafias anda el juego (I): El Padrino:
Por alguna razón que se me escapa, en Occidente sentimos cierta fascinación por un fenómeno intrínsecamente italiano como es la Mafia, hasta tal punto que la temática mafiosa constituye en sí misma un género tanto literario como cinematográfico de primer orden. Y de entre todas las manifestaciones y vertientes de la Mafia sin duda es la siciliana, la Cosa Nostra, la que más predicamento tiene entre lectores y espectadores.
No hay que olvidar, sin embargo, que el término original italiano ha sido exportado y adaptado, y hoy día se aplica a organizaciones criminales de todo el mundo, hasta el punto de haberse convertido en habitual oír hablar de mafia rusa, mafia china o mafia japonesa, como si fuera correcto expresarse en dichos términos. Sin embargo, si queremos ser quisquillosos con la palabra, ésta debería reservarse exclusivamente para las organizaciones criminales de origen italiano, y más concretamente las sicilianas, que no son ni por asomo, aunque podamos creer lo contrario, las más importantes de todas. Sin embargo, los puristas opinarán que la mafia siciliana, luego trasplantada a Estados Unidos y otros países con gran cantidad de inmigración italiana, es la mafia por excelencia. A esta concepción errónea ha contribuido enormemente una gran cantidad de literatura y cine generados en las últimas décadas. Y si hay que destacar en ese maremágnum de obras alguna, hay una en particular que se alza por encima de todas, considerándose, sin paliativos, la más importante e influyente: El Padrino.
Cuando hablamos de El Padrino podemos estar refiriéndonos bien a la saga cinematográfica creada por Francis Ford Coppola o a la novela escrita por Mario Puzo. Puzo, neoyorquino de origen italiano, ha pasado a la historia por una novela que sentó las bases en el imaginario popular de todo lo que identificamos con la mafia: organización de origen italiano bien asentada en las grandes ciudades estadounidenses, ramificaciones en todas las conductas criminales imaginables (tráfico de droga, locales de juego ilegal, prostitución, contrabando), código de honor muy estricto, violencia entre clanes, etcétera. Aunque los libros más conocidos del autor son de temática mafiosa, no podemos olvidar que Puzo escribió muchas novelas totalmente distintas, y sobre todo que fue el guionista de las dos primeras películas de Superman.
Sin embargo, El Padrino dejó para siempre marcados a Puzo y Coppola, así como a los dos actores principales de la primera de las tres películas protagonizadas por el clan Corleone, Marlon Brando y Al Pacino (también, en cierto modo, a los secundarios Robert Duvall y James Caan) o al compositor de la banda sonora, Nino Rota. La interpretación de Brando, en especial, ha pasado a la historia, y no es arriesgado considerarla como una de las obras cumbres de la historia del cine, por supuesto recompensada con el Oscar al mejor papel protagonista masculino en 1972 (aunque Brando, en un gesto inaudito, rechazó el premio). La repercusión combinada de la novela de Puzo y la película de Coppola ha creado una actitud mental muy particular acerca de la Mafia, aparte de configurar todo un género que ha sido explotado (y previsiblemente seguirá siéndolo) por parte de escritores y guionistas, además de añadir a nuestro vocabulario términos hasta entonces desconocidos para nosotros como omertà o consigliere.
Por alguna razón que se me escapa, en Occidente sentimos cierta fascinación por un fenómeno intrínsecamente italiano como es la Mafia, hasta tal punto que la temática mafiosa constituye en sí misma un género tanto literario como cinematográfico de primer orden. Y de entre todas las manifestaciones y vertientes de la Mafia sin duda es la siciliana, la Cosa Nostra, la que más predicamento tiene entre lectores y espectadores.
No hay que olvidar, sin embargo, que el término original italiano ha sido exportado y adaptado, y hoy día se aplica a organizaciones criminales de todo el mundo, hasta el punto de haberse convertido en habitual oír hablar de mafia rusa, mafia china o mafia japonesa, como si fuera correcto expresarse en dichos términos. Sin embargo, si queremos ser quisquillosos con la palabra, ésta debería reservarse exclusivamente para las organizaciones criminales de origen italiano, y más concretamente las sicilianas, que no son ni por asomo, aunque podamos creer lo contrario, las más importantes de todas. Sin embargo, los puristas opinarán que la mafia siciliana, luego trasplantada a Estados Unidos y otros países con gran cantidad de inmigración italiana, es la mafia por excelencia. A esta concepción errónea ha contribuido enormemente una gran cantidad de literatura y cine generados en las últimas décadas. Y si hay que destacar en ese maremágnum de obras alguna, hay una en particular que se alza por encima de todas, considerándose, sin paliativos, la más importante e influyente: El Padrino.
Cuando hablamos de El Padrino podemos estar refiriéndonos bien a la saga cinematográfica creada por Francis Ford Coppola o a la novela escrita por Mario Puzo. Puzo, neoyorquino de origen italiano, ha pasado a la historia por una novela que sentó las bases en el imaginario popular de todo lo que identificamos con la mafia: organización de origen italiano bien asentada en las grandes ciudades estadounidenses, ramificaciones en todas las conductas criminales imaginables (tráfico de droga, locales de juego ilegal, prostitución, contrabando), código de honor muy estricto, violencia entre clanes, etcétera. Aunque los libros más conocidos del autor son de temática mafiosa, no podemos olvidar que Puzo escribió muchas novelas totalmente distintas, y sobre todo que fue el guionista de las dos primeras películas de Superman.
Sin embargo, El Padrino dejó para siempre marcados a Puzo y Coppola, así como a los dos actores principales de la primera de las tres películas protagonizadas por el clan Corleone, Marlon Brando y Al Pacino (también, en cierto modo, a los secundarios Robert Duvall y James Caan) o al compositor de la banda sonora, Nino Rota. La interpretación de Brando, en especial, ha pasado a la historia, y no es arriesgado considerarla como una de las obras cumbres de la historia del cine, por supuesto recompensada con el Oscar al mejor papel protagonista masculino en 1972 (aunque Brando, en un gesto inaudito, rechazó el premio). La repercusión combinada de la novela de Puzo y la película de Coppola ha creado una actitud mental muy particular acerca de la Mafia, aparte de configurar todo un género que ha sido explotado (y previsiblemente seguirá siéndolo) por parte de escritores y guionistas, además de añadir a nuestro vocabulario términos hasta entonces desconocidos para nosotros como omertà o consigliere.
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