Hágase el caos

Hágase el caos:
El martes asaltaron en Écija (Sevilla) un supermercado de Mercadona. Fueron unos 30 los que terminaron llevándose 10 carritos. También en Arcos de la Frontera (Cádiz) hubo movida: llenaron 20 cacharros en un establecimiento de Carrefour, pero solo pudieron quedarse con 12 tras un arreglo con la empresa. ¿Y cómo fue posible semejante acuerdo? Porque los ladrones eran de un tipo especial. Todos ellos miembros del Sindicato Andaluz de Trabajadores, tanto en uno como en otro caso, y en el segundo, cuando la policía intervino, el secretario general de la organización, Diego Cañamero, negoció y obtuvo parte del botín inicial para repartirlo en los servicios sociales de tres municipios de la zona.
La acción en Écija, animada desde la puerta con un megáfono por Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda y diputado por IU en la Asamblea andaluza, estuvo en cambio cargada de tensión y los asaltantes zarandearon a dos empleadas del establecimiento. Si hay espectáculo, debieron pensar los guionistas de este asalto, mejor si se respetan rigurosamente los cánones del género realista.
La fórmula es la de siempre. En el mundo hay buenos y hay malos. Y están los héroes, que se ven obligados a saltarse las leyes para ayudar a los más desfavorecidos. Si una trama con estos ingredientes suele funcionar casi siempre, con mayor razón triunfa en tiempos de crisis. El mensaje con el que justificar los desmanes lo fue radiando en Écija el alcalde de Marinaleda: “Hemos expropiado a los expropiadores”, dijo. “Esta crisis que la paguen los capitalistas”. Un argumento que suena a música celestial a cuantos consideran que hay que hacer algo contra los responsables del actual erial en el que pasan hambre miles de familias.
Acciones como las impulsadas el martes (prometen más) no contribuirán en modo alguno a reparar el desastre. Ni lo hará tampoco la ocupación de la finca Las Turquillas, también en Écija y propiedad del Ministerio de Defensa. Ahora las llaman “acciones simbólicas”, y solo sirven en realidad para promocionar al guionista. Sánchez Gordillo recurre al infalible gancho de provocar el caos para alimentar la ira de los peor tratados por la crisis. Y de paso, se cuelga una medalla.

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