Aquél que sabe conoce su memoria


Para no perdernos por los pasillos taciturnos, sino, alegrarnos de los corredores anchos llenos de luz que abren todas sus puertas para despedirnos, para que sepamos que hay un sólo camino hacia un futuro, uno mejor que ninguno porque será un paseo en solitario a otro encuentro.

Porque la vida olvida que somos sólo la mitad de nosotros mismos, por donde el tiempo fluye y por donde el silencio calla en una doble experiencia; y nos faltan los campos verdes del abierto cielo por descubrir la única luz o, recorrer   el horizonte que nos queda y refugiar el llanto.

Lamentamos que tengamos que hacer algo más que descubrirnos por fin ante los que nos permiten conocernos mejor, ser transparentes, menos soberbios por lo que hacemos, decimos o expresamos. Por eso, hallamos en ello cómo luce la ternura del amor, el camino real, sus ventajas y lo contrario. Ser capaces de sorprender al otro con el beso y la palabra afable.

Por ejemplo: descubrimos que sabemos hacer unas cuantas cosas y no sólo  contar sílabas y hacer versos y creernos que somos poetas y deliramos por ello, -¡ah, por favor que pesadez!  La Poesía es un placebo constante por eso se calla de tanto verse prisionera y está un poco harta de tanto aficionado como yo me siento. Se instala en el subconsciente y termina por perdernos o perderse en el tumulto junto a su autor, -los que escribimos "por no dejar"...¿Y si lo dejásemos, no seríamos más felices haciendo otras cosas que sabemos? Ella va llevándose todas las ideas y, allí, nosotros en mitad de la nada y sintiéndonos como nadie y uno más y, aún nos preguntamos: ¿si sirvió para algo amar tanto sobre el papel virtual? O, ¿nos divertía?

Quizás, en el aroma mínimo de la nostalgia es donde habita el corazón de las cosas verdaderas, las que fueron y son dentro de nosotros y aún laten; las que serán y permanecerán siempre. Las cosas que nos dan el empuje, la ilusión de ser y de servir a otros y esperar de otros... El trabajo y el deseo de hacer algo útil y diferente o ser fuertes y luchar por lo que nos hicieron creer que era bueno, a pesar de afrontar los chaparrones del mundo empapados de desencantos. Lo de siempre, “porque había que hacerlo” y creer que algo bueno hemos hecho y que por haber amado ya tenemos un pase a la eternidad.  ¡Ah, lo conseguimos de todos modos, ios es generoso!

 La Eternidad no muere mientras alguien nos recuerde.

Tal vez estaba la felicidad allí en lo que se quedó sin descubrir del todo. Detrás de una sonrisa muda, de un rostro congelado por el miedo a expresarse en la otra mitad que le faltaba, que sabía quién era... -y éramos-  y por eso escondió su temor de descubrirse y ser parte completada. ¡Y nos la dejamos sin hacer apenas nada por hallarnos! Sólo entendemos que nos convertimos en memoria y vamos soltando versos o largos párrafadas de nadas; trazos de pintura, guisos deliciosos y sabemos colocar un jarrón de flores en la mesa y hasta nos convertimos en abuelos.

Porque somos un río que pasa siempre al contrario de donde va su corriente y, por nadar río arriba, conseguimos brazadas de cansancio. Por eso hay que dejarse llevar por la misma fuerza de la corriente ¿Dejarse? ¡Sí, dejarse sin hundirse, allí donde corre desbocada el agua plañidera y se va porque no hay lucha -nos decimos; olvidando que, para abrirse paso, ha tenido que sortear miles de penurias desde su nacimiento hasta conseguir su objetivo y terminar en su estuario, abrazándose al mar que lo esperaba. Es así del que busca y encuentra su destino.

Dejarse llevar "por la corriente", por el viento, por las cosas de la vida... por el mar en su oleaje salobre y extremo, es como escribir salomas marineras con la espuma y las algas en la arena. Las aguas son sabias, son como el líquido gramatical del que están hechas las palabras en la boca, húmedos pensamientos silabeando sensualidades por necesidad, como los arroyuelos principiantes de ríos, hasta que pasan de capilares a venas de la tierra, porque ya es bien difícil ser arteria y desangrarse corriente abajo sin llegar a los océanos. Pocos llegan.

Por eso la Navidad me invita a la palabra solemne con un Salmo que sana, uno de Adviento tan hermoso como éste que os dejo:


"SALMO DE ADVIENTO

Tú, Dios del tiempo nos tienes esperando.
Quieres que esperemos el momento
justo para descubrir quiénes somos, dónde debemos ir,
quiénes nos esperan a nosotras y qué debemos hacer.
Gracias... por el tiempo que nos concedes para esperar.
Tú, Dios de los espacios nos tienes mirando. Quieres que miremos en lugares buenos y en lugares inciertos para ver si hay señales de esperanza y gente desesperanzada. Para ver si hay señales de un mundo mejor que puede brotar. Gracias... por el tiempo que nos concedes para mirar.
Tú, Dios y Amor, nos tienes amando. Quieres que seamos como Tú: que amemos a las personas que no tienen amor, a las que son imposibles de amar, que amemos sin celos ni amenazas, y, lo más difícil de todo que nos amemos a nosotras mismas. Gracias... por el tiempo que nos concedes para amar.
Y en todo esto nos guardas. Ante las preguntas difíciles que no tienen respuestas fáciles, cuando fracasamos allí donde esperábamos triunfar, cuando nos aprecian allí donde nos sentimos inútiles. Y, pacientes, soñadores y amando, con Jesús y su Espíritu Tú nos guardas.
Gracias... por el tiempo que nos concedes para aguardar.




Publicado por DE LA MANO DE TERESA DE JESUS"

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