"LO MISMO ES PELIGROSA LA POESÍA"


Enrique Gracia Trinidad.


8 de enero a las 13:05 ·

Lo comparto Poeta:
Enrique Gracia Trinidad
 Enrique Gracia Trinidad con Soledad Serrano Fabre y Guadalupe Grande.
8 de enero a la 1:56 ·

LO MISMO ES PELIGROSA LA POESÍA
"Allá por 1998, el poeta J.Alfonso Portús de la Llana, escribió una carta al director en el diario El País, titulada así: "Inconvenientes de la poesía". Se hacía eco de una noticia en la que se decía que el grupo editorial Mondadori había ofrecido a la compañía de líneas aéreas Iberia regalar ejemplares de poesía, de su nueva colección de bolsillo, a los pasajeros. Al parecer Iberia desestimó el ofrecimiento aduciendo que era lectura fuerte y demasiado arriesgada. Con fina ironía, el autor de la carta cuestionaba la sorprendente respuesta de la compañía aérea y terminaba rotundamente: "La poesía debe a Iberia que al menos la considere preocupante".
Subyace en este asunto más miga de la que parece. La poesía, tan despreciada por la sociedad mercachifle en la que vivimos, es sumamente peligrosa. La desprecian pensando que es inútil, que está fuera de la realidad, que está pasada de moda... pero más me parece que es por un inconsciente miedo a lo que no se puede medir ni controlar, a lo que se escapa a tendencias establecidas, razonamientos convencionales ordinarios o control de la autoridad.
Los poetas, si son auténticos, van por libre, no entran en las estadísticas del negocio, pierden horas interminables en una actividad que les reporta escaso, cuando no nulo, beneficio pecuniario; y eso siempre levanta sospechas en los que tienen al personal pillado por las partes pudendas con la cosa del dinero y entre los que se pillan a sí mismos dando prioridad a lo económico.
No puede entender el ciudadano ordinario que los poetas manejen con descaro las emociones, los sentimientos, y los asuntos fundamentales de la existencia como el dolor, el gozo, la vida o la muerte. No comprenden los energúmenos del deporte de masas, los simples de la televisión de la víscera, y los domesticados del "oigo y obedezco" al jefe del partido, de la iglesia, de la empresa, del gobierno que toque o del salvador de la patria, que los poetas se pongan bordes, resulten irreverentes, procaces, contestatarios y díscolos y que anden haciendo el pirata revolucionario repitiendo con Espronceda aquello de "Que es mi barco mi tesoro, / que es mi dios la libertad, / mi ley, la fuerza del viento, / mi única patria la mar". No se explican los clientes del sistema, los embobados por la moda, los compulsivos de rebajas y los seguidores de las tradiciones —cuanto más rancias, mejor—, que los vates digan, como León Felipe, lo de "Poetas, nunca cantemos / la vida de un mismo pueblo / ni la flor de un solo huerto. / Que sean todos los pueblos / y todos los huertos nuestros". Asusta a las gentes bien pensantes —esos que en una gran mayoría piensan por cabeza ajena— que los tipos que le dan a los versos anden diciendo con Celaya cosas como "Poesía para el pobre, poesía necesaria / como el pan de cada día, / como el aire que exigimos trece veces por minuto...".
No en vano, asesinaron los fascistas a Lorca en 1936, Chiang Kai-Shek a Wen Yiduo diez años después, o Stalin a una buena cantidad de poetas en 1952, o Pinochet a Víctor Jara en el 73, o sus mismos compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo, en El Salvador, a Roque Dalton, en 1975, acusándole de revisionista... Son sólo unos ejemplos de cuando los poetas han sido considerados tan peligrosos que los canallas con poder se los quitaron de en medio
Así que tal vez hizo bien Iberia en no regalar poesía en los aviones. Hubiera podido desestabilizar el vuelo de sus aparatos o provocado revoluciones sin cuento por la pérdida de maletas o el zumo de naranja sin naranja.
Personalmente me alegro de que, ahora, el común de los mortales no se dé cuenta de lo peligrosa que puede llegar a ser la poesía; así, aunque no cambiemos el mundo, los poetas viviremos más tranquilos y ayudaremos a que el sistema tenga más arena entre sus perversos engranajes.
"

Foto de Enrique Gracia Trinidad.



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