La tristeza no deja de ser una lágrima en la inmensidad de los océanos.
¡Quién se ocupa de ella, cuando la abriga el verso propio!
Pero, cuando la grandeza de alma supera a los océanos,
la vida consigue vencer el oleaje arrebatado de sus aguas;
pervive en las fosas abisales y muere lamiendo las playas
de sus necesidades espirituales, espumea despecho,
crece o aumenta su amor para desvanecer a la orilla de su ser;
porque sabe del fragor de sus ideas como del mismo mar que la conoce.
Hay momentos de injusto disparate,
por haber los hay, sin crédito en exceso,
pero es triste saber que en su proceso
ellos salvan su error o su dislate.
Hay momentos, que ves como un primate,
relees los pasajes y, confieso,
¡que no puedo entender tanto embeleso
ni estrechez de una mente de alicate!
Observo, leo, pienso y más bien callas;
si 'por jeta' me rompen la osadía
y nos matan al ángel mensajero...
Todo tiene razón, donde se encalla
esta nave de sueños siendo mía,
si el velamen lo izamos por entero.
***
Se comprende al severo,
por hacer del halago pernicioso,
una ficción que ensalza a tanto ocioso.
alattkeva
Muchos momentos que pueden ser normales van derivando hacia una tristeza que sale de nosotros sin poderlo evitar.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sé, pero la poesía o la inclinación a llevar estos temas tan nuestros a unos renglones, también dan momentos aciagos o alegres; es una ambivalencia que mezcla el tiempo ido, el perdido, nostálgico y lo que ya no podremos vivir de nuevo. Estamos como en ninguna parte y sí estamos en todo.
ResponderEliminarGracias, Amigo.