Mux ( Un relato de ciencia ficción)



-"¡Mux, Mux, por favor no duermas más que ya hemos conseguido la mitad del camino!" Gritaba Leiram a su mascota, que se había pasado durmiendo todo el viaje por el sedante, para que estuviese tranquila en el largo recorrido de un planeta a otro.
Con los gritos de Leiram me desperté y también Mux, que era una mascota cibertnética. tenía todas las características de una de verdad, así que no paraba de lamer mi rostro al verme que estaba a su lado, tirando a la vez de mí fuera de la cápsula de reposo. Sabía cómo darle a los dispositivos poniendo su hocico sobre ellos, consiguiendo que se abriera desde adentro.


Todos necesitábamos un sueño reparador y era hora de relevar a Berner, que se había hecho cargo de los mandos. Burlar la vigilancia de Antrox el dictador de la galacia y dentro de la atmósfera terrestre, había sido lo más acertado, bueno, lo poco que realmente quedaba del planeta Tierra, nos hacía sentir mejor pero no estábamos completamente seguros de haberle burlado del todo, aún nos quedaba medio camino hasta nuestra morada y eran miles de Kilómetros luz. Fue muy difícil nuestra huida pero la habilidad y actividad paranormal de Berner, nuestro compañero de viaje, un androide y segundo copiloto, había conseguido el resultado que deseábamos. Habíamos quedado sólo cinco de los siete viajeros que éramos, contando con Sidik, la hija de Dulfos que no pudo venir con nosotros; y era de nuestros acompañantes el más importante. Sidik, su hija, era una niña visionaria, fundamental ayuda para todos, pero podíamos aumentar a más si Leiram tenía a su hijo durante el viaje, al que le llamaría Fidelius. El tiempo para su nacimiento estaba previamente programado, pues a causa de la enrarecida atmósfera del planeta Tierra, los partos en las mujeres eran más largos, pero terriblemente más dolorosos y pesados, Leiran no podía haberse arriesgado a tenerlo en esas condiciones, teniendo la oportunidad de huir para salvar su vida y no precisamente por culpa de la atmósfera terrestre.


Carecíamos en la Tierra del instrumental quirúrgico necesario y muchos medicamentos para el dolor y las infecciones, además faltaban antídotos contra los venenos y otros de gran importancia para las nuevas infecciones se habían agotado. Fidelius era el nombre que había escogido Leiram para su futuro hijo, en nombre de su padre que había asesinado el dictador Antrox, por rebelarse y abrirle los ojos a todos lo terrícolas, que aún se defendían de muchísimas calamidades para sobrevivir y evitar las hordas de criminales a sueldo del dictador. Leiram estaba segura que sería un niño y, en nuestras condiciones no era lo deseado traer otro ser vivo al mundo, pero iba a ser una gran responsabilidad y experiencia para todos, sacarle adelante, pues representaba junto a Sidik la hija de Berner, nuestro guía galáctico, una nueva generación de athanios. Además dos niños nos plantearían a todos un reto de supervivencia muy importante, sobre todo a los cuatro mayores que quedábamos del grupo a falta de dos que cubrían nuestra escapada en la Tierra. Tampoco sabíamos de Bamtrax nuestro jefe ni su compañera Jamma y de Jidda y Aznier, los gemelos de quince años hijos de ambos. Estábamos esperanzados a que en el punto indicado y con las coordenadas precisas, todos llegaríamos a salvo como fuese si sabíamos medir los recursos que llevábamos; pero en ese preciso instante todo era muy confuso como atrevido pensar de qué forma, a nuestro favor se resolvería el resto del viaje y si ellos, los que no nos acompañaban iban a ser los sacrificados para que nosotros siguiéramos vivos el camino que faltaba. La huida había sido improvisada y muy precipitada sin recoger todo el material que necesitábamos, salvo lo que creímos imprescindible, para no ir demasiado cargados cada uno de nosotros, incluida nuestra mascota. El acelerador que reconvertía la masa pesada transmutable, haciéndola liviana y transportable le faltaba 'Asix344', un material especial para conseguir acelerar las partículas atómicas, y en el planeta de paso y descanso no se hallaba.


Por fin Mux se había despertado del todo y se nos quedó mirando con su cara de bobalicón. Realmente era un perro perfecto, 'viva' copia de los legendario perros de verdad, los pastores alemanes, pero éste guardaba parte de todo lo que no podíamos transportar para conectarnos con Halko, nuestro compañero de las estrellas. Mux nos había reconocido al salir de su letargo y movía su impertinente rabillo, que en realidad era una antena receptora, para poder saber de nuestra realidad allí donde nos encontrábamos. También podía recibir todas las señales de las ondas a miles de años luz desde la tierra. Una parte de la humanidad luchaba por sobrevivir en el caos en que se había convertido y nosotros, éramos una parte de su salvación. Digo, una parte, porque dependíamos de otros amigos que residían en exoplanetas fuera del sistema solar, preparados para refugio.

Leiram era su diseñadora como así mismo de la máquina donde nos refugiábamos. Estaba equipada con todo tipo de elementos básicos para aislarnos en caso de peligro y ver el mundo que nos rodeaba fuera. Resistía al frío más intenso, como al calor inmenso sin deformarse sus materiales y estábamos completamente aislados de todo peligro. Ella era la compañera de Dulfos, mi hermano mayor; Sidik era su hija, como os he referido antes, pero no así, el porqué estábamos tan lejos del planeta y tan preocupados por todo lo que había pasado y podría suceder desde ese mismo momento en que nos hallábamos a salvo, pero sin saber por cuánto tiempo. Se los referiré:

Habíamos huido de la codicia de AntroX, un viajero criminal interestelar lleno de gran poder en todo lo que quedaba de la Galaxia; porque ya la Vía Láctea no era la de antes y, ni siquiera el resto de los planetas tenían la belleza que se les daba antes de conocerlos en todo su esplendor por el 2021, nos hallábamos en el año terrestre 3010; precisamente abajo desde donde mirábamos nuestro amado 'Heimat' (hogar azul), "la séptima casa de la Vida" la empobrecida y esquilmada Tierra, donde a duras penas sobrevivían un puñado de hombres, monstruos y humanoides hechos para la codicia de un puñado de extravagantes millonarios, usándolos como guardaespaldas, mientras el resto se iba muriendo como todo lo que respiraba a duras penas y aguantaba agonizando.




La NASA nos había engañado por más de un siglo, dejándonos ver fotografías y viajes increíbles que no eran ciertos, pues la verdad de sus descubrimientos estaban vedados a todos los hombres , menos a sus mandatarios, altas jerarquías de la iglesia y militares, convirtiéndose en el gran secreto para poder manejar a todas las naciones. Todo lo de la NASA era diseño por ordenador y preciosas oleografías, un plan de entretenimiento, mientras pensaban cómo salvarse ellos y los suyos, desde la guerra de Iraq con un tal presidente Busch, allá por el 2007 y toda su parentela de seguidores convencidos, mimados magnates de la industria norteamericana la de los países ricos y industrializados, que sabían sus gobernantes y autoridades perfectamente lo que estaba pasando y lo que estaba por ocurrir en el planeta, por eso se estableció su llamado "Orden Mundial" convirtiéndose en uno de tantos "embajadores del mal". Muerto su fundador de la idea y sus seguidores, cincuenta años más tuvieron que pasar para que todos comprendiéramos lo ocurrido, y cómo se llevó a cabo la gran conspiración para engañar sin oposición a la gran masa de la humanidad. Fueron tres valientes científicos, veinte periodistas, siete bacteriólogos, cuatro espías y dos fabricantes de de armas, los que consiguieron hablar a tiempo y poner sobre aviso a todas las naciones de lo que estaba por ocurrir, cuando ya los recursos y los medios no podían responder, para seguir engañando a la humanidad y se tramaba un genocidio en masa en todas las naciones. Todos ellos se inmolaron por el resto de de los que seguimos existiendo pues sabían que estaban condenados a morir por revelar un secreto de gobierno y militar, denunciado los hechos, abriéndonos a todos el entendimiento y demostrándonos la gran falsedad. Pues su plan era salvarse unos pocos de la destrucción total en la que habían lanzado al planeta, con tantas guerras y pruebas nucleares y de otro tipo, que habían conseguido creando verdaderos monstruos automáticos y tele dirigidos, voladores y destructores, lavándose las manos de responsabilidades; estos se encargaban de ir por el aire y dejar caer varias bombas bacteriológicas en todas las poblaciones, ciudades y viviendas aisladas contaminando las aguas y los cultivos y dejando enfermedades terribles que eliminaban a grandes núcleos de población en menos de una semana, sin poder hacerse nada por sus vidas. Los cadáveres se amontonaban como los de los animales, en calles, parques y cunetas de las carreteras donde desaparecían, pues servían su descomposición de combustible para sus máquinas destructoras a falta de petróleo.

La vida, prácticamente como tal, se había ido extinguido por completo en el 3012, un siglo después de la gran hecatombe, la Tierra fue lanzada fuera de su órbita, explotando en cadena todos los residuos nucleares que guardaban las naciones, quedando la cuarta parte más o menos a salvo, reducida e intentando salvarse de la destrucción total. Sus enemigos habían conseguido sobrevivir manteniéndose en esferas que gravitaban dentro de la atmósfera terrestre, con los mecanismos adecuados para mantenerse a salvo, vivos y bien alimentados por más de un siglo mientras en otras, llamadas esfondeadoras por mantenerse de los recursos marítimos; allí se inventaban nuevas fórmulas para alargar la vida humana y mantenerse con los mínimos nutrientes, experimentando la vida a más de quinientos metros de profundidad.




No hubieron suficientes refugios para todos y empezaron a pasearse terribles monstruos, hijos de aquellos que no pudieron tomar "Kasuga-0'3", lo único que se fabricaba en cuatro laboratorios para combatir el mal, hecho por los monjes sintoistas que tenían como esclavos en la ciudad de Nara en el Japón; pero no había suficiente para todos, porque estaba controlado por los seguidores de Antrox. Los podres e infelices monstruos eran engendros contaminados, por todo lo que absorbieron del aire sus madres embarazadas, su único deseo era vengarse y les preparaban sus mentes para que atacaran a todos los seres que se oponían al poderoso Antrox.
No sabemos cómo realmente pudimos escapar del maldito engendro del mal, Antrox, dado la desafiante condición para la que había sido creado y alimentado el monstruo; pues a partir de células de los ineptos líderes que reinaban en la Tierra, hijos de su propia destrucción, y apoderándose de todos los hombres, haciéndoles sus esclavos, se había conseguido una especie invencible en un solo ser. Era uno más de los terribles males de La Apocalipsis y, aún peor en quien la visionó y cuya realidad desafiaba hasta la propia naturaleza. A Dante Aligieri no le hubiese gustado imaginarla.




Fue un conjunto de malignidad concentrada la que se apoderó del planeta, con su abominable lacra y con más poder que cualquier bomba conocida, porque buscaba fecundar a seres como ellos. Todas las mujeres fértiles y jóvenes eran ofrecidas a la bestia, que no daba abasto en su lascivia para consumir el acto tantas veces como quisiera. Cada vez que nacía un pequeño monstruito, su madre moría presa de terribles dolores que dstruía todo su cuerpo. Menos mal que, aún junto a mí estaba Leiram, Dulfos y Berner, menos mal, que entre todos nos teníamos y nos ayudábamos fielmente, guardando los valores del mundo, pero nuestros recursos físicos que no los morales y espirituales, empezaban a escasear. El viaje había sido muy largo, así que había que ponerse en marcha de nuevo desde el puesto base donde nos hallábamos, después de un merecido descanso. Alguien tenía que guardar nuestro sueño, alguien que no pudiesen detectar fuera desde el exterior y recurrimos a Yanthal, nuestro androide de escaso tamaño y que cabía en uno de nuestros bolsillos, generaba energía haciéndonos invisibles junto a el y, cada uno de nosotros llevaba el suyo. Y dos más de repuesto, por si hacía falta y perdiésemos el nuestro.




El lugar donde estábamos podría ser seguro hasta el amanecer, pero no así a la salida de la luz de Gitrix, cuando apareciera por el horizonte. Gitrix era El Gran Ojo de Morco, el dueño de los seres de toda la Galaxia, el jefe supremo, por desgracia el dueño y señor del mal. Mi esposo Halko lo había diseñado, pero conocía cómo desarmarlo. Jamás, Antrox, me perdonaría que me hubiese ido con su mejor cerebro, el único que podía unir el planeta del todo o acabar con el resto de lo que él tenía en sus manos, allí donde su gran ojo iluminase otros mundos él se consideraba invencible; pero Halko aún se comunicaba conmigo y sabía protegernos y protegerme, engañando a su maldito dueño. Mi esposo también soñaba por otro mundo mejor dentro de todas las galaxias conocidas, donde iluminaba el ojo mágico sus sombras.
Gitrix tenía todo el poder para su funcionamiento. Se alimentaba de todo residuo que se habían imantado alrededor de los planetas conocidos, girando y girando eternamente. Necesitaba todo tipo de compuesto hecho de metales, algunos androides aún útiles iban a parar a esos anillos imantados perdiéndose para siempre. Pero Antrox quería que Getrix se alimentara de hombres y Halko se había negado. Seres sentenciados por su poder que mantenía en las mazmorras y cárceles por toda la galaxia. Sólo él podía decidir la vida para seguir funcionando su maquinaria infernal. A veces, poco le importaba que fuesen animales sanos. Pronto se le acabaría la que estaba flotando alrededor de los planetas, pues el ojo consumía mucha energía. Ella le daba poder, se regeneraba así misma, podía obtener más y más energía y palpitar su maquinaria, por todo cuanto se alimentaba llevándolo a sus mismísimas entrañas, convirtiéndole en combustible: el codiciado 'petrea olem' (petróleo).

Era el gran ojo de Halko, su invento, lo que todo escudriñaba, y por nada del mundo podíamos exponernos a su ira. Así que el Planeta Marte era un lugar de paso y como tal, no era el idóneo a nuestra raza de hombres híbridos, creados para el trabajo y el sufrimiento en el recién desbastado planeta Tierra. Nuestra resistencia era diferente, pero no invencible. Halko, mi esposo e inventor lo sabía y cambiaba el funcionamiento de Getrix de vez en cuando, era la única forma de que no escudriñara buscando nuestra posición apra ofrecérsela a Antrox; así de esta forma podíamos avanzar en nuestra nave y se abría una brecha en el espacio, conduciéndonos hacia la libertad y a un lugar seguro.
La forma en que atraía Halko a los peregrinos siderales nos hacía vulnerables, pero habíamos podido engañar a las ondas sonoras de su hermoso canto 'sirenaidos conflitivus', para no sentirnos hechizados por su llamada en la frecuencia de su transmisión de onda; ella se expandían por todo el Universo, nadia podía dejar de ir hacia su sonido. Su música era parte de un plan universal para atraer a "los parías desertores del Sistema", los que no creyeran en su gloria. Otra especie de doctrina religiosa y política a la que había que someterse y humillarse, para conseguir los llamados "ojos verdes de vida eterna", un cuento miserable donde caían todos como moscas cojoneras sin aguijón, pues hasta este pequeño arpón urticante, se les extraía de su cuerpo junto con su alma y las alas; pues les prometía escapar del sufrimiento de la Vida, mientras estaban en la estructura osea, cubiertos de carne mortal. Así que, su canción, era como un hechizo cautivador para tanto ignorante pendejo. Caían los ilusos sin poder darse cuenta de su sometimiento, porque necesitaba extraer cerebros, donde obtener neuronas sanas y útiles para el suyo. Ellos alimentaban también el magma de su gran ojo de cíclope, convirtiendo su promesa en gran mentira. Su mansión era llamada El Castillo del Oro Negro. Y su enorme máquina de datos se llenaba cada día de páginas y más páginas, que eran introducidas en su 'Olexpurnaweb', o sea, su computadora cósmica, como la llamaba el engendro que conocía perfectamente a Dulfos, su hijo, el mismo que la había diseñado, otro desertor y paría para su padre; al que buscaba y Dulfos prefirió la libertad de pensamiento uniéndose a nosotros, pues era el único que podría derrocarle al conocer todos sus secretos, por eso quiso ayudarnos y por lo que yo representaba para él. Escapamos para ir al Planeta lmux



Caían oponentes de su doctrina, mandatarios que se pensaban más poderosos. Pobres ilusos que no se daban cuenta cuando ansiaban poder y ambicionaban ser como "el gran jefe del mundo", hasta que se daban cuenta de su estúpido sometimiento cuando ya era tarde. Así que le servían a su causa dándole todas las facilidades y los hombres inteligentes, los mejores 'cerebros', porque necesitaba extraer de estos sus neuronas sanas y útiles para el suyo. Ellos alimentaban también el magma de su gran ojo de cíclope, convirtiendo su promesa en gran mentira. Su mansión era llamada "El Castillo del Oro Negro". Y su enorme máquina de datos se llenaba cada día de páginas y más páginas, que eran introducidas en su 'Olexpurnaweb', o sea, su computadora cósmica, como la llamaba el engendro que conocía perfectamente a Dulfos, su hijo, el mismo que nos acompañaba y huí también de la maldad de su padre a pesar de su deformidad, no le perdonaba la muerte de su madre, hija de una princesa india, que la había diseñado "a otro desertor y paría para su padre", él, Dulfos, al que buscaba para matar después de humillarle por traidor. Así que éste prefirió la libertad de pensamiento uniéndose a nosotros, pues era el único que podría derrocarle, junto a Halko, al conocer todos sus secretos. Por eso quiso ayudarnos y por lo que yo representaba para él, no estando Halko conmigo. Así que escapábamos para ir al Planeta lmux, cuya entrada sólo la conocíamos nosotros.
Leiram era la diseñadora de la máquina donde nos refugiábamos, compañera de Gratiam, mi hermano mayor asesinado por el malvado; Sidik era su hija, mi sobrina, pro estaba unida sentimentalmente a Delfos. Habíamos huido con ella para salvar el futuro de la niña. Nada ya podría ser como antes y la Vía Láctea no era la misma con lo que quedaba de la tierra y el resto de los planetas y estrellas. el sol y la luna no existían. No tenían la belleza que se les daba, allá, precisamente abajo desde donde mirábamos nuestro 'Heimat', la séptima casa de la Vida de la empobrecida y esquilmada Tierra, donde a duras penas sobrevivían un puñado de humanoides como la mayoría de nosotros, mientras se iba muriendo la vida, extinguida casi por completo en el 3012, un siglo después de la gran hecatombe, donde la Tierra fue lanzada, al explotar todos los residuos nucleares que guardaban las naciones. Todo fue en cadena. No hubieron suficientes refugios para todos y empezaron a pasearse terribles monstruos, engendros contaminados, por todo lo que absorbieron del aire sus madres embarazadas.
No sabemos cómo realmente pudimos escapar del poder de Antrox, dado la desafiante condición para la que había sido creado el miserable monstruo; a partir de células de los ineptos líderes que reinaban en la Tierra e hijos de su propia destrucción, apoderándose de todos los hombres, creando sus propios esclavos. Era uno de los terribles males de La Apocalipsis, aún peor de quien la visionó y, cuya realidad desafiaba hasta la propia naturaleza. Era un conjunto de malignidad concentrada, la que se apoderó del planeta, peor que cualquier bomba. Menos mal que junto a mí aún estaba Leiram, Dulfos y Berner, menos mal, que entre todos nos teníamos y nos ayudábamos, pero nuestros recursos empezaban a escasear, el viaje había sido muy largo, así que había que ponerse en marcha después de un descanso. El lugar donde estábamos podría ser seguro hasta el amanecer, pero no así a la salida de la luz de Gitrix cuando apareciera por el horizonte. El, era El Gran Ojo de Morco, el dueño de los seres de toda la Galaxia, el jefe supremo de Antrox, mi esposo.
La vida se había extinguido por completo en el 3012, un siglo después de la gran hecatombe, donde la Tierra fue lanzada, al explotar todos los residuos nucleares que guardaban las naciones. Todo fue en cadena. No hubieron suficientes refugios para todos y empezaron a pasearse terribles monstruos, engendros contaminados, por todo lo que absorbieron del aire sus madres embarazadas.
Gitrix tenía todo el poder para su funcionamiento. Se alimentaba de todo residuo orgánico, necesitaba hombres vivos, enfermos o no y muertos, para seguir funcionando, poco le importaba que fuesen niños sanos. Pronto se le acabaría la que estaba flotando alrededor del planeta. Ella le daba el poder, se regeneraba así mismo, así podía obtener más y más energía y palpitar con toda ella en sus mismísimas entrañas; allí se convertía en su combustible, su 'petrea olem'(petróleo). Era el gran ojo de Halko que todo lo escudriñaba. Por nada del mundo podíamos exponernos a su ira. Así que el Planeta Marte era un lugar de paso y como tal, no era el idóneo a nuestra raza de hombres híbridos, creados para el trabajo y el sufrimiento en el recién desbastado planeta Tierra. Nuestra resistencia era diferente, pero no invencible. Halco lo sabía y escudriñaba todo.

Por fin habíamos conseguido liberarnos de Antrox dentro de la atmósfera terrestre. Fue muy difícil pero la habilidad y actividad paranormal de Berner, nuestro compañero de viaje, había dado el resultado que deseábamos. Sólo habíamos quedado cuatro cinco con una niña y podía aumentar su número, si Leiram tenía a Fidelius en el tiempo indicado. Un niño en nuestras condiciones no era lo deseado, pero iba a ser una gran experiencia para todos sacarle adelante, pues representaba una nueva generación junto a Sidik la hija de Berner, nuestro guía galáctico; así que dos niños nos plantearían un reto de supervivencia muy importante, a los cuatro mayores que quedábamos del grupo.
Leiram era la diseñadora de la máquina donde nos refugiábamos, compañera de Dulfos, mi hermano mayor; Sidik era su hija. Habíamos huido de la codicia de Antrox, un criminal viajero interestelar, lleno de gran poder en todo lo quedaba de la Galaxia; porque ya la Vía Láctea no era la de antes y, ni siquiera el resto de los planetas tenían la belleza que se les daba, allá..., precisamente abajo desde donde mirábamos nuestro 'Heimat', la séptima casa de la Vida de la empobrecida y esquilmada Tierra, donde a duras penas sobrevivían un puñado de humanoides, mientras se moría...
La vida se había extinguido por completo en el 3012, un siglo después de la gran hecatombe, donde la Tierra fue lanzada, al explotar todos los residuos nucleares que guardaban las naciones. Todo fue en cadena. No hubieron suficientes refugios para todos y empezaron a pasearse terribles monstruos, engendros contaminados, por todo lo que absorbieron del aire sus madres embarazadas.
No sabemos cómo realmente pudimos escapar del poder de Antrox, dado la desafiante condición para la que había sido creado el miserable monstruo; a partir de células de los ineptos líderes que reinaban en la Tierra e hijos de su propia destrucción, apoderándose de todos los hombres, creando sus propios esclavos. Era uno de los terribles males de La Apocalipsis, aún peor de quien la visionó y, cuya realidad desafiaba hasta la propia naturaleza. Era un conjunto de malignidad concentrada, la que se apoderó del planeta, peor que cualquier bomba. Menos mal que junto a mí aún estaba Leiram, Dulfos y Berner, menos mal, que entre todos nos teníamos y nos ayudábamos, pero nuestros recursos empezaban a escasear, el viaje había sido muy largo, así que había que ponerse en marcha después de un descanso. El lugar donde estábamos podría ser seguro hasta el amanecer, pero no así a la salida de la luz de Gitrix cuando apareciera por el horizonte. El, era El Gran Ojo de Morco, el dueño de los seres de toda la Galaxia, el jefe supremo de Antrox, mi esposo.
Gitrix tenía todo el poder para su funcionamiento. Se alimentaba de todo residuo orgánico, necesitaba hombres vivos, enfermos o no y muertos, para seguir funcionando, poco le importaba que fuesen niños sanos. Pronto se le acabaría la que estaba flotando alrededor del planeta. Ella le daba el poder, se regeneraba así mismo, así podía obtener más y más energía y palpitar con toda ella en sus mismísimas entrañas; allí se convertía en su combustible, su 'petrea olem'(petróleo). Era el gran ojo de Halko que todo lo escudriñaba. Por nada del mundo podíamos exponernos a su ira. Así que el Planeta Marte era un lugar de paso y como tal, no era el idóneo a nuestra raza de hombres híbridos, creados para el trabajo y el sufrimiento en el recién desbastado planeta Tierra. Nuestra resistencia era diferente, pero no invencible. Halco lo sabía y escudriñaba todo.
¡Ah, olvidé presentarme! Soy la autora de este 'cuento' y viajo con ellos, mis personajes. Soy Valmux, 'la memoria', esposa de Gitrix en la actualidad, y dueña de Halko. Una desertora del sistema imperante en la "Vía Láctea", nuestra galaxia. Gracias por leer una parte de vuestro futuro. Pero desde ahora me recordaréis en vuestra memoria.
...
alattkeva-10



* Espero que les haya gustado.

Comentarios

Entradas populares