¡No me duele nada!



El dom., 27 may. 2018 0:45
Uclés (España)

Lo bueno de envejecer y oxidarse, conscientes del tiempo que llevamos encima,  es que nos confundimos entre las ruinas o entre las noble madera y sus piedras, las que tocamos y pisamos visitando lugares de interés histórico, valorando los pasos de millones de seres que han hecho lo mismo desde siglos, pasando  por el mismo sitio.

Además, somos parte hasta del recurso de un tercer pie como lo nombran, el bastón necesario que alguno ya llevamos, para ir más seguros en algunos casos, o ayudarnos a fijar mejor los pies o las piernas en el suelo, sin acudir a la ayuda de otros. (Llevo dos cuando salgo a lugares de difícil orografía).

Se siente cercana o familiar cualquier antigüedad que visitamos. Todo vejestorio es como parte nuestra...Y se tiene la sensación de ser como invisible, penetrando por los gruesos muros de otro ayer, como fantasmas del tiempo. A veces, creo camuflarme en los tonos blancos, grises u ocres de algunos decorados, ser parte de las historias pasadas con su luz oblicua, entrando por los ventanales que iluminan anchos corredores, descubriendo o dando forma a las sombras. Pienso en el desgaste físico, el propio que llevamos encima los de mi edad o más de los que ya pasamos de setenta... Porque mirando alrededor, vemos a otros visitantes cómo se mueven. Se puede comprobar que algunos ya vamos de lado, como barcos escorados o, con los años curvando su espalda, sin poder levantar la cabeza por culpa de las vértebras del cuello,  atrofiadas por la artrosis. Se nota ese caminar lento con el que se nos identifica, como igualmente la mirada directa al suelo que se pisa antes de dar el paso, para asegurar el siguiente sin caer. Las piernas tienden a sentir cansancio y casi se percibe ese sonido que arrastra cada cuerpo... Se sabe ya de los cartílagos endurecidos y poco elásticos, faltos de ese 'lubricante natural' que es la juventud... ¡No nos engañemos! Y eso que soy yo la que observo y aún puedo moverme con cierta agilidad dentro de mis limitaciones.

A veces, tengo la sensación de ser parte de un saqueo histórico, sí, como explotada por la propia naturaleza al servicio de la vida, por lo que ya se carga encima. ¡Cómo contar tanto de ese todo vivido, si acaso nos sirve de algo hacerlo como lo hago ahora, como un consuelo, y a quién le importa si no es a mis hijos que leerán, quizá por curiosidad esto que les voy dejando! 

Siempre hay una voz que me dice: "no, no digas nada, no alteres el momento, calla, disfruta, no recuerdes el ayer, no te quejes, mujer, si te duele algo; no sea que ya teman tus hijos, que te resquebrajes por un mal paso y tengan que cargar contigo de vuelta a casita o al hospital", "piensa sólo que estás en este hoy aún y estás viva... ¡Sigue disfrutando, es tu momento!"

Y, asimilando  la realidad  de ese ayer que aún está en mi hoy, me veo en ese plan en que la existencia nos hace una pieza más, con su moral fortaleciéndonos a partir de un pensamiento positivo; como parte de un mismo engranaje necesario a la vida, de un mismo cuerpo o gran maquinaria llamada: Todo.  Pero tan necesaria a lo que  llamamos acá, Vida. 

Veo a los hijos caminar delante de mí o detrás,  observando, - creen que no me doy cuenta-, pero ellos van seguros de sus pasos, claro, ahora. Adivino lo que piensan cuando giran su mirada o se dan la vuelta a ver por dónde vamos sus padres, y algunas veces preocupados por mi retraso... "Te mueves lenta, espero vayas bien y no te duela nada, mamá".
Sí, es verdad, voy despacio, hijo, asegurando cualquier movimiento que os evite un disgusto.    -Les contesto. 

Y me digo también sin que me oigan: -¡Pero si no me duele nada, vaya manía de pensar que sí me duele! Pero si no hiciera eso no sentiría el placer que me da mirar todo y comprobar formas, estilos, color, etc,...Entonces, freno mis pasos, cierro los ojos y me digo a mí misma: ¿Estás ahí dentro mi Señor?, eres tú el que obra el milagro o esta química mía, esta estructura ósea que carga un cuerpo casi caduco, este lugar del Alma que reconoces tuyo, lo cuidas y por eso no duele ¡con todo lo que dicen que me pasa! ¿Eres tú el que se preocupa por enseñarme algo más, algo que sabes que me falta?
 Y, más por ellos, nuestros hijos, que por nosotros, su padre y yo, somos conscientes de nuestras limitaciones que aún controlamos y están bien llevadas todavía a Dios gracias, pero también de nuestras ganas de vivir y seguir conociendo ciudades, pueblos y lugares diferentes, pisando sus calles visitando su historia, comprobando su realidad y esencia. Ciudades o pueblos que seguirán allí cuando ya no estemos, que seguramente, ellos, que ahora nos llevan, recordarán con unos años más encima y quizá con los años que tenemos ahora, a los que también fuimos en su compañía. Sólo que ellos, tal como piensan y la vida lo ha dispuesto, ya no tendrán hijos que les lleven como lo hacen ellos con nosotros.


*alattkeva

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