Segovia España.
(alattkeva)
Lo bueno de envejecer es que nos confundimos entre las ruinas por donde caminamos o entre las nobles piedras de las ciudades y pueblos. También somos parte del recurso del bastón o los dos de paseo. Previsora seguridad para servir de apoyo y no tropezar.
Sentimos querida y cercana cualquier antigüedad que visitamos. Nuestra sombra se alarga al alejarnos poco a poco de la vida y, se tiene la sensación de ser invisible, penetrando por los grueso muros de otro ayer, como fantasmas del tiempo convertidos en otra leyenda más. Creo camuflarme en los tonos grises o en los ocres de esas historia pasadas, con su luces oblicuas de sus soleadas tardes; por la forma que entra por ventanales y muros cuarteados por el tiempo o descascarillados por la humedad. Y allí vamos otros casi iguales.
Pienso en el desgaste físico que puede avecinarse por lógica. Porque, si observamos a otros ancianos,que también pasean a nuestro lado, vemos que unos llevan bastón y otros van en silla de ruedas, también los hay que van de lado, como barcos escorados por el peso de los años, dejando ver la curvatura de la columna vertebral sin poder levantar la cabeza y, obligando a mirar con dificultad dejando ver el blanco de los ojos, para poder levantar la vista al mirar los artesonados y lo que les cuentan del siglo en que fueron hechos. Se toma nota del paso del tiempo en nuestros semejantes. Está a la vuelta de la esquina, todo aquéllo que nos hace susceptibles de temer a cualquier fallo físico.
Se tiene la sensación de ser parte de un saqueo histórico, explotado por la propia naturaleza al servicio de la vida, por lo que ya se carga encima y es inevitable. ¡Cómo no contar tanto de ese todo vivido, si es que sirve de algo! Es así, "los viejos solemos entretenernos con las batallitas",,, Es propio de su aburrimiento cuando sin preguntar o pedir que contemos algo del pasado, saltamos con "aquéllos años"... Siempre hay una voz que te dice: no digas nada, no alteres el momento, calla, disfruta, no recuerdes el ayer, sólo piensa que estás, estás disfrutando. Y sientes ese eco que se repite dentro: "¡estás, estás, ya estás jodida, eres una más!"
Asimilando la realidad de ese ayer que aún es un hoy, reflexionas más a menudo, no sé si es así, pero a mí me pasa y debe ser un síntoma, por los recuerdos o la buena memoria que aún se conserva. Me veo en ese plan de escuchar y observar todo. Porque la Existencia nos hace una pieza más del entorno. Digamos que somos las puntas del cuadrado que tropieza con todo, pierde pintura por el roce o el uso al tropezar con todo. Y, como parte de un engranaje de una gran maquinaria llamada: cosmos, vamos sintiendo la necesidad de ser estrellas. Pero tan necesarias a lo que llamamos vida, como a lo contrario.
Veo a los hijos caminar delante de mí o detrás, observando a su padre o mí. A ambos. Pero ellos, pienso que en este hoy van seguros de sus pasos. Preocupados por otras cosas de su presente y futuro pero 'cargando' a su manera con 'los dos carcamales' o "troncos", que están "más para allá que para acá". Intento adivinar lo que piensan cuando se giran y su mirada nos busca y es significativa. Sé que están preocupados por un despiste o por mi retraso, sobre todo el mío, que es lento y acompasado cuando quiero ver un paisaje, unas flores, un detalle, un cuadro, un instrumento musical o simplemente los perfiles de las montañas si estamos en el banco o la corteza de los árboles y hacer fotos. Me dicen: "Te mueves lenta, mamá, espero vayas bien y no te duela nada".
Voy despacio, sí, asegurando cualquier movimiento que les evite un disgusto. Más por ellos que por nosotros, su padre y yo, que ya sabemos de los cansancios, los horarios para comer a nuestras horas y del temor a cualquier torpeza con resbalón en lugares que los favorecen. Conscientes de nuestra ganas de pasear y seguir conociendo pueblos y ciudades y siempre lugares diferentes, sabemos que ellos seguirán allí cuando ya no estemos. Por eso nos ilusiona cada nueva salida donde sea... Así que, agradecemos su preocupación y compañía. Es obvio que alguno de los dos, sus padres, desfilará antes o después. Es lógico que sea así. Sé que quedarán recuerdos de esos momentos y sentirán que no estemos. Pero lo que sí es cierto y quiero que no lo olviden, es que nos gustaban estos momentos a pesar de alguna intemperancia o exceso, que se presentaba por impaciencia, incomprensión o advertencias a causa de lo que no se aceptaba como correcto, si ofrecía peligro o molestias a otros, cosas que desoía el más viejo de los dos; y que yo siempre matizaba con lindos colores y una sonrisa, arbitrando -como siempre todo- con una disculpa, para tranquilizar. Lo que nunca ha mejorada si alguien se carga la plana.
Siempre me han criticado que justifique todo, aunque me perjudique a mí, ante lo que genera alguna preocupación por defender al más Viejo de los dos -repito. Y es que todo malestar no es aceptable venga de quien venga o se genere, no deja de ser parte de contrariedades propias del carácter de cada cual y por el tiempo que se pierde. Todo malestar en familia o entre amigos, ancianos o jóvenes procura serias molestias, si quien debe corregirse las repite de nuevo o pasa de advertencias por olvido, pero dejan su corrosivo deseo de castigar a los culpables, soltando cualquier dureza verbal, tanto de un lado como del otro.
En el mañana de su tiempo, los hijos, quizá olvidan por lo que pasan los padres responsables, cuando lo son y no cuando no se tienen hijos y pareja. Porque hasta eso no pudimos tener o disfrutar: más nietos. Ver y comprobar cómo los educaban, qué aguante podían demostrar o esa valentía que lleva a todo padre y madre a terminar juntos y bien lo que se le viene encima, al margen de toda inconveniencia entre la pareja. Pero a nuestros años sabemos, que mientras los observamos, no dejamos de ser a nuestros años como niños en sus manos, pues les preocupa nuestra vejez o que en cualquier momento nos dejen de su mano y nos pierdan de vista, sin poderlo remediar, como nosotros lo hacíamos aferrando sus manitas por temor a perderlos. Será por eso que aguantamos sus enfados. También es cierto que de no haber sido así, no hubiésemos paseado tanto con ellos, por tener su propia familia y nosotros, simplemente ser lo que ya somos, "abuelos" que perdieron la ilusión de tener más nietos, no dejando a dos de sus sobrinos sin primos.
...
Pero nos devolvieron las mismas regañinas, que nosotros a ellos les dimos de niños y adolescentes, para 'enderezarlos' (!) mientras crecían. Si no lo hicimos bien, espero que nos perdonen, pero todo se da y se soluciona a su manera en el contexto de origen.
¡Qué cosas da la vida!
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