El Tiempo y la vida



Asomada a la ventana de mi realidad o cualquier otra que no sea la mía, siempre será lo mismo para quien la intuye o la presiente. Pero todos podemos observar el paso del tiempo y no solamente por mirarnos en el espejo, -porque ves cómo y de qué forma pasa todo ante aquéllos que nos miran y lo contrario. Vemos en los ojos de nuestros seres queridos y en su aspecto, lo mismo que ellos ven en nosotros. Ves cómo pasa por nuestro lado el tiempo cuando ya tienes cierta edad. Va hacia adelante, dejándote atrás lo que sobrepasa por lógica, aunque no suele llevarte cuando pasa por tu lado. No, no nos toma en cuenta. Sólo avisa. Pero sabe que estás allí y te empuja atrás. Sí, te empuja y parece que no, pero es así de cierto. Somo como las fichas de dominó o quizá algo menos trágico en la caída. Podríamos pensar en bolas de un sorteo dentro del bombo de la lotería, cuando giran buscando enseñarnos su premio al salir por la trampilla. Somo como ellas en un sorteo, que al girar en el bombo, pasamos por un mecanismo que abre una trampilla y nos atrapa. Y no pueden eludir ese vacío a la medida de su tamaño, pasando justo por la boca abierta de ese agujero y cae...

Quedamos atrás por los años transcurridos. Ya no somos tiernos bebés ni lozanos jóvenes, ni siquiera podemos sentirnos, como yo, a los casi ochenta años, unos seres otoñales. El invierno de la edad se ha apoderado de nosotros y, aunque a algunos puede sorprender, ya no pueden hacer lo mismo que cuando tenías veinte años. Salvo, si se ha entrenado como deportistas y no se han tenido accidentes, que hayan roto huesos o lesiones serias, que puedan impedir o limitar la agilidad o habilidad de los movimientos.

Cabalgar sobre las olas del tiempo

 No importa que no hayan ventanas o puertas, caminos u otras salidas para huir del tiempo. Se trata de cabalgar con éxito sobre las olas del tiempo, aguantar sobre el oleaje de esta existencia mientras arrastra nuestra edad hacia otra orilla. Una orilla figurada naturalmente, un lugar para nuestra energía.  Ni siquiera jugar al escondido ya podemos, como cuando lo hacíamos de niños. No podemos huir de lo  inconmensurable por absoluto. Un tiempo, que en lo individual supera nuestro entendimiento, mientras se envejece y nos va limitando.

Un tiempo que nos circunda y engulle. Y a todos, irremisiblemente se nos lleva. Es energía y la nuestra vuelve a su ser, al lugar al que pertenece por ser eterna. Aún no hay mucho a nuestro favor para hacer llevadera esa angustia vital, salvo la fe, el amor, la espera próvida, generosa, tranquila, sosegada, inteligente; aunque se ponga algunos y algunas un poco de botox en la flácida sonrisa, con ese resultado tan chocante que parece más bien el borde de una olla de barro, que con el tiempo termina por descolgarse; o en las mejillas o papada, dando turgencia a la expresión del rostro y acabando con algunas arrugas. Es un resultado superficial cuando el interior ya ha perdido vigor y su ciclo biológico está casi acabando, sin recursos para sostener correctamente eso procesos artificiales para la turgencia exterior.

Aceptemos la hermosa vejez tal como es, como llega y con una sonrisa atrevida, enamorada, sincera y dispuesta a plantarle cara a lo inevitable.

Pero aún así, hay algo extraño en todo el tiempo, como enigma que no se nos revela del todo, aunque hay quien parece que tenga respuestas para ello. Siempre hay quien nos diga cosas a través del tiempo. Pero, no solucionan nada, es lo que es y está allí esperando a todos mientras la ciencia no haga algo más eficiente y realmente satisfactorio, para los que pueden pagar la vanidad de un  tratamiento', sí produce sus efectos esperados en los seres vivos y les da un determinada forma o su estado vital, a su razón de pensar, a su estado o imagen desgastada y consiga una agradable imagen a  las ganas de seguir existiendo aunque no todos los suyos estén ya en el mundo (...). No nos olvidemos que es  nuestro paso por el mundo, la Vida, un bello regalo, un préstamos temporal para aprender en ella una gran lección. Todo depende de nosotros. ¡Cuídenla!


"Hemos aprendido que nuestra experiencia en la vida se forma a través de etapas: la inspiración, la pérdida de inspiración y la lucha por recuperar la inspiración. También hemos visto que nuestras mentes y neshamot contienen elementos que corresponden con estas etapas. Profundicemos ahora en la naturaleza del tiempo a fin de descubrir la raíz de estas fuerzas. El resultado de hacerse sensible al tiempo de este modo será la capacidad para armonizar los elementos de la mente y la neshamá con los elementos del tiempo: cabalgar sobre las olas del tiempo.
El recipiente global que contiene al resto de la Creación es el tiempo. El tiempo es un medio que no es ni monótono ni unidimensional; fluye en ciclos que tienen pulsaciones de energía. Estos ciclos se corresponden exactamente a los diversos niveles de energía que mencionamos con respecto a la dimensión humana; o mejor, constituyen el marco o continente de la dimensión humana; existimos en el tiempo y resonamos con él. Si pudiéramos aprender a sentir el flujo de estos ciclos de tiempo podríamos “sintonizar” adecuadamente nuestra energía espiritual y amplificar inconmensurablemente nuestro crecimiento espiritual.
El tiempo transcurre cíclicamente a través de unidades constituidas por instantes, horas, días, semanas, meses y años. De hecho, estos ciclos en realidad son espirales porque ningún instante es igual a otro; cada nueva visita a un mismo punto en el tiempo se corresponde su idéntico anterior, sólo que en un plano más elevado. El trabajo que se exige es “corregir” o llenar correctamente de energía cada punto; ningún punto se presenta jamás dos veces y, por ello, cada día de la vida humana, cada instante, precisa de un esfuerzo espiritual específico. El Néfesh Ha’jaim explica que shajarit (el rezo matutino) de hoy es completamente diferente del shajarit de mañana; hoy no es mañana y necesita su propio trabajo especial. Las mismas palabras tendrán mañana un efecto completamente nuevo. Estos puntos en el tiempo son nuestro más valioso capital; en realidad son nuestra vida misma.
En otros términos, cada instante está cargado con la energía específica para ayudarnos a lograr lo que debemos lograr en ese momento; el tiempo no es un molde pasivo en el cual grabamos nuestras acciones, sino la fuente de energía para esas acciones." (El tiempo en la Torá)




A. Elisa Lattke Valencia

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