Por tierras de Segovia (España).

El dom., 27 may. 2018 0:45, Aus LaVa <auslava@yahoo.es> escribió:

Lo bueno de envejecer es que nos confundimos entre las ruinas o entre las nobles piedras. Somos parte hasta del recurso de un tercer pie, para ir seguros y ayudarnos a dar unos pasos más... Sentimos cercana  cualquier antigüedad que visitamos y se tiene la sensación de ser invisible, penetrando por los grueso muros de otro ayer como fantasmas del tiempo.

 A veces creo  camuflarme en los tonos blancos, grises y ocres y ser ya historia pasada con su luz oblicua... Luz singular que alarga las sombras y aumenta la distancia. 

Pienso en el desgaste físico de todos los que somos ancianos, porque algunos vamos de lado, como barcos escorados...o con los años pesando sobre la espalda, sin poder levantar la cabeza.

Tengo la sensación de ser parte de un saqueo histórico, explotada por la propia naturaleza al servicio de la vida...y por lo que ya se carga encima...,

¡Cómo contar tanto de ese todo vivido, si sirve de algo!  

Siempre hay una voz que te dice: no digas nada, no alteres el momento, calla, disfruta, no recuerdes el ayer, sólo piensa que estás y suspira hondo, aún vives. 

Y, asimilando  la realidad  de ese ayer que aún está en mi hoy, me veo en ese plan en que la Existencia nos hace una pieza más, como parte del engranaje de una gran maquinaria llamada: TODO, pero tan necesaria a lo que llamamos VIDA. 

Veo a los hijos caminar delante de mí o detrás observándome, sé que temen a su propia vejez cuando nos ven a su padre y a mí, pero ellos van seguros de sus pasos y creen que aún no les llegan los cambios Olvidan. Porque se trata siempre de sorprendernos cuando pasa. Adivino lo que piensan cuando se gira su mirada, preocupados por mi retraso... "Te mueves lenta, espero vayas bien y no te duela nada"... -Me dicen.

Sí, voy despacio, asegurando cualquier movimiento que les evite un disgusto. Más por ellos que por nosotros, su padre y yo. Conscientes de nuestra ganas por seguir conociendo pueblos y lugares diferentes, pisando las calles y caminos de pueblos y ciudades que seguirán allí cuando ya no estemos y, agradeciendo su compañía ya diluidos en el tiempo. 

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